Playas y perros
Cuando un Ayuntamiento toma una decisión, se entiende que responde a los intereses generales, por eso debe ser firme ante protestas injustificadas. Así, si permite que un trozo de playa se destine al uso de mascotas, resulta especialmente decepcionante que, a la mínima queja, revierta la medida. Es lo que creo que acabará ocurriendo en El Campello y su fallida playa para perros. Es peor hacerlo y luego corregirlo que no hacerlo nunca. Desde ahora, la inseguridad de ser increpado por algunos vecinos retraerá a muchos, dispuestos a elegirlo como destino turístico por esa razón y que ya no lo harán. Ni con perro ni sin él.
Entiendo que a algunos no les gusten los perros en la playa. Paso por alto la cantidad de residuos mucho más contaminantes, peligrosos e infecciosos que están ahí por mano del hombre. Mi perro está más limpio que muchos, usa productos contra pulgas y garrapatas, está vacunado y va a la peluquería canina periódicamente. No orina en el mar, ni fuma en la arena y si pretende dejar su “regalito” lo recojo y lo dejo en la papelera. Es más de lo que hacen algunos humanos. No obstante, entiendo que algunos no quieran estar en la playa con él. Sin embargo, me pregunto qué le ocurre a esta Comunidad que teniendo ríos, playas y montes en abundancia se muestra tan reacia a ceder un poquito, solo un tramo, a quienes necesitan más el contacto con la naturaleza que nosotros. Para un animal, correr suelto por el campo o la playa es su forma de vida, que le estamos hurtando. No se trata de impedir a los vecinos disfrutar de sus playas, solo de acotar alguna. Por eso deseo fervientemente que algún día nuestros pueblos costeros tengan concejales de origen noruego o sueco, como ya ocurre en algunos, con más sensibilidad y menos prejuicios que los provincianos que nos gobiernan.