Desde que empezó la crisis y vimos las barbas del vecino en la cola del paro y las nuestras cogiendo turno, el síndrome postvacacional se quedó en nada. Básicamente porque, quien más y quien menos, ha tenido que recortar sus vacaciones, adelantar el regreso al trabajo, llevarse el trabajo a casa o buscar empleo durante el verano. Tal vez por eso la vuelta a la rutina ya no es una tortura y, si lo es, es como el voto oculto: aunque algunos lo piensen, no lo dicen porque sería mal recibido. Con ese panorama, ya no nos sorprende que las primeras jornadas de calentamiento de motores vayan a ser puro heavy: desde la declaración de la mujer de Bárcenas en la Audiencia Nacional al debate de la ley Wert en el Congreso o las explicaciones de Cotino en Les Corts. Empezamos con fuerza. Va a parecer que no nos hemos ido.

Informativamente hablando el verano nos ha mantenido las “constantes vitales” entre el impacto del accidente de tren, la repetición de episodios conocidos de “Anatomía de Bárcenas” y los minutos musicales de Gibraltar y sus mariachis. No hemos bajado mucho el ritmo salvo por aquellos momentos en los que se hablaba de los pectorales de Rajoy en lugar de sus SMS. No hay mucha diferencia en el morbo aunque sí en su interés público. Ya no nos asombra, pues, que entremos de lleno en el tema 1. Atrás quedaron los tiempos en los que los profesores dedicaban las primeras clases a presentarse, comentar la bibliografía o introducir la asignatura a los alumnos. Todo con tal de hacer llevadero el tránsito y suave la vuelta al duro bregar. Ahora todo es directo y sin anestesia. Ni para acercarnos a la actualidad nos queda epidural. Habrá que hacerlo como antiguamente. Ponernos un pañuelo en la boca y morder. Septiembre va a ser una inmersión en agua fría sin tiempo de aclimatarnos.