En el Louvre hay dos mujeres que impresionan. Una es la Gioconda, menudita y resguardada por gruesos cristales blindados, que produce cierta decepción por su modestia y timidez. Parece mentira que en tan poco espacio se concentre tanta destreza de un maestro como Leonardo. La otra es la Victoria de Samotracia. Ella impresiona por lo contrario, por su grandiosidad, incrementada por su ubicación, en lo alto de una imponente escalinata. Desde la altura, celebra la gloria de la humanidad frente a un poderoso viento que le pega la túnica al cuerpo.
Por eso los achaques de su edad y los esfuerzos de los responsables del museo por conseguir financiación para superarlos se han convertido en símbolo de nuestro tiempo. La belleza, el homenaje a los triunfos pasados y el arte corren el riesgo de no subsistir por falta de dinero. En estos momentos en los que hay recursos para salvar a los bancos pero no a las personas, comprobamos cómo se consigue financiar la guerra pero no la cultura. Lo vemos también en Italia, abrumada siempre por el eterno compromiso con la herencia histórica, un impresionante patrimonio que mantener y legar a las generaciones futuras. Así, en Pompeya han tenido que recurrir a instituciones alemanas que invertirán 10 millones en salvar un testimonio único de la vida en el Imperio.
Francia también necesita cuatro millones para la Victoria de Samotracia y la escalinata que preside. De momento ha conseguido tres y pretende lograr el último por aportaciones ciudadanas bajo el eslogan “Todos mecenas”. No es una mala iniciativa. Si el crowdfunding funciona para otros proyectos, ¿por qué no para una obra de esa envergadura? El problema es que ese lema nos remite a los impuestos que pagamos para lograr precisamente eso: que todos costeemos el arte y la cultura. Eso parecen haberlo olvidado nuestros dirigentes, como recordaron los artistas durante la entrega de los premios de teatro clásico de Mérida, denunciando el IVA a la actividad cultural. Todos sostenemos la cultura sin un euro más. Que busquen mecenas para los bancos, en cambio.