En medio de tantas noticias funestas, oscuras, indignantes y deprimentes, surge una que ensancha el alma. Entre Bárcenas, Blasco, Noós y la subida del paro en Valencia, hoy brilla levemente un niña de 16 años. Es Malala. No llena portadas ni columnas ni tertulias pero tiene más grandeza y más altura humana que la mayoría de los protagonistas de aquellas.
Malala, la niña atacada por los talibanes por defender que las mujeres también deben tienen derecho a recibir una educación, se convirtió ayer en noticia al inaugurar la mayor biblioteca pública de Europa en Birmingham, la ciudad en la que se recupera de sus heridas. Allí, esta pequeña, cubierta por un velo rojo y con timidez pero con determinación, dijo: “Una ciudad sin libros, una ciudad sin biblioteca, es como un cementerio”.
Resulta conmovedor verle reivindicar la cultura, la lectura, los libros, la educación mientras los adultos o los niños de los países libres renuncian a ellos, los relegan o los ven como una pesada carga. Ella sabe que solo la formación hace libres a las personas y que los libros son un tesoro, un regalo, una puerta. Son la única varita mágica capaz de cambiar la vida de un paria. La cultura es el verdadero milagro para tantos olvidados de la tierra, incluidas las mujeres en países de intolerancia social y religiosa.
Lo que realmente abruma es que sea capaz de darse cuenta con solo 16 años mientras hemos de buscar métodos lúdico-creativos para conseguir que los chavales de aquí se acerquen a la letra impresa. Seguro que ella no duda entre el formato digital y el papel. Lo que sí sabe es que ese conjunto de páginas abre ventanas al mundo, pone en marcha la máquina de pensar, activa el potencial que lleva dentro de su cabeza y hace que su estatura crezca aunque no mida más que antes. Ella nos da la medida del desarrollo, el avance y el progreso: comienzan con el crecimiento humano e intelectual de las personas. No hay más. Mientras, en nuestros países creemos que la crisis obliga a reducir la inversión en cultura sin saber que ése es el inicio de la verdadera crisis.
FOTO: BBC