Ayer España empezó a hacerse felipista, no de González, que ya lo fue una vez, sino de Felipe de Borbón. Su presentación junto al Comité Olímpico Español, de la candidatura de Madrid para los Juegos de 2020 solo recibió parabienes y felicitaciones hasta de republicanos convencidos. El dominio del escenario; del trato a la ciudad anfitriona y a las autoridades presentes; el despliegue lingüístico hablando indistintamente en inglés, francés y español; el entusiasmo con el que refirió a los jóvenes y al deporte y la naturalidad con la que, al irse, llamó a su princesa para que se incorporara a la comitiva deslumbraron a un país deprimido. Un país que, además, ha visto la peor cara de una monarquía a la que creía inmaculada y garante de la estabilidad del Estado. Felipe de Borbón demostró ayer, como lo está haciendo desde que ha tenido que asumir el “rescate” de la institución vilipendiada, que está preparado para representar lo mejor de España y, lo que es más importante, que puede ganarse al pueblo como lo hizo su padre.
Quizás Urdangarín ha ayudado más a la monarquía de lo que podría pensarse sirviendo de contrapunto al Príncipe. Él, junto a Letizia Ortiz, está en el momento decisivo de afianzar la institución desempeñando un rol activo y generoso hacia la nación como hizo don Juan renunciando al trono o don Juan Carlos defendiendo la democracia. Está en un punto crucial para conquistar el corazón de los españoles. No lo tiene nada fácil pero ayer ganó una batalla en esa conquista. Sedujo y nos hizo sentir orgullosos de compartir una patria común.
Los críticos no verán ningún mérito especial a lo que hizo. Ha sido preparado para ello. Una preparación a la que no pueden ni aspirar la mayor parte de jóvenes de este país. Eso es lo que deberíamos reclamar a un representante de la nueva generación en la Jefatura del Estado. Que el horizonte sea ése: capacitar a todos los jóvenes para que sepan desenvolverse del mismo modo en el ámbito laboral internacional. Si él se empeña en ese esfuerzo, será difícil no hacerse felipista como en los 80 nos hicimos juancarlistas.