La tableta es la gran novedad de este curso en algunos colegios. Permite tener materiales sin el peso de los libros; hacer ejercicios y mandárselos al profesor o consultar en Internet quién conquistó las Galias. Tiene capacidad, ligereza, versatilidad y múltiples aplicaciones. Yo misma llevo en mi tableta las mil y pico páginas de la novela que Posteguillo presentó el viernes en el Ateneo, los periódicos del último mes y las columnas que voy escribiendo, como ésta. Por eso sé de las ventajas de un aparato de éste.
Ahora bien, aunque consulte con facilidad una palabra en el diccionario solo con pulsar una tecla, espero que los chavales sepan “leer” un diccionario en papel, porque muchos no han buscado página a página una palabra y desconocen que detrás de la “ele” va la “eme” y que si buscamos “pantocrátor” hay que coger el segundo tomo porque en el primero no está la “pe”. Parecerá muy vintage mi comentario y alguno dirá que basta con que sepa lo que significa la palabra. No estoy de acuerdo. No deberíamos hurtarles el placer de buscar más allá de poner unas letras en Google.
El placer de investigar, de conocer, de hallar cosas no esperadas y no relacionadas con lo buscado pero interesantes a su vez. En una palabra, que disfruten del “slow learning”, es decir, del aprendizaje lento, valga la redundancia. El aprendizaje requiere su tiempo. Se puede conocer un dato con rapidez pero no se asimila con tanta velocidad. Asimilarlo significa integrarlo, acompañarlo de una reflexión, un sentimiento o una emoción. Recuerdo cuando estudiaba que, para relajarme mientras buceaba en el siglo XIX o en el derecho de asociación en la Constitución española, hojeaba atlas. Me encantan los atlas y descubrir, como quien no quiere la cosa, que las Galápagos son ecuatorianas o que en África hay un “cabo López” en memoria del marino portugués que lo descubrió. Eran momentos mágicos porque no buscaba nada en concreto pero me encontraba datos sorprendentes. La localización de las respuestas era lenta pero lo que me costó encontrarlas fue un seguro. Nunca se me olvidaron.