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María José Pou

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Café con leche

De repente, en España hemos redescubierto el café con leche, una bebida sin el glamur del capuccino ni el caché de la copa de vino. Ha sido, evidentemente, tras la promoción que hizo Ana Botella de su degustación patria en la Plaza Mayor de Madrid ante los atónitos miembros del Comité Olímpico Internacional.

Más allá de la chanza idiomática me pregunto por qué nadie se cuestiona la elección. No de Ana Botella para “vender” Madrid ni del inglés como lingua franca –francamente mejorable en boca de la alcaldesa- sino del café con leche. Ni siquiera me pregunto por qué no dijo “coffee and milk”; para saberlo espero a sus memorias. Lo que me corroe en estos momentos es por qué Ana Botella, de entre todas las bebidas posibles, tuvo que decir “café con leche” y no “carajillo”, por ejemplo, que suena más español y con algo de gracia propia.

Entiendo que se sugiera tomar un capuccino en la Piazza Navona o un agua de Valencia en El Carmen porque los nombres evocan ternura, dulzor y encanto italiano, en el primer caso, y noches de fiesta a la luna de Valencia, en el segundo, pero ¿qué evoca un “café con leche”?

Recuerdo cuando empezaba mi doctorado en la Complutense, que iba de Valencia a Madrid todas las semanas y me quedaba en un modesto hostal junto a la Puerta del Sol. Al salir para la facultad, todos los días, tomaba ese clásico café con leche evitando las porras que, solo de verlas, me producían acidez. Para mí, como supongo que para muchos españoles, “café con leche” suena a desayuno sin grandes pretensiones. Otra cosa es decir “chocolate con porras” o, en nuestro caso, “horchata con fartons”, pero ¿un simple “café con leche”? Si yo hubiera sido el Rey ayer en la recepción que dio a los de la candidatura Madrid2020, solo les habría preguntado eso: ¿desde cuándo es fashion tomarse un tazón de leche con un poco de café? Puestos a hablar de tazones, mejor hubiera sido proponer un caldito en L’Hardy. Suena a guía antigua de Madrid, como todo el discurso de la alcaldesa, pero, al menos, el cocido madrileño representa más a la capital que un vulgar café latte.

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Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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