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María José Pou

iPou 3.0

Derecho y deber

Cuando leo que hoy comienza uno de los juicios más esperados del año, el del “caso Faisán”, no puedo evitar detenerme en una palabra de su descripción: chivatazo a ETA. ETA. ¿Cuántos meses llevamos sin nombrarla? ¿Cuándo dejó de protagonizar nuestra vida? ¿Cuándo empezamos a acostumbrarnos a vivir sin ella?

Habrá muchos motivos para reprochar a este gobierno, y al anterior, y al otro, cientos de errores y estupideces pero la tenacidad a pesar del rechazo político, la presión contra la banda terrorista; la labor de los jueces, de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y la voz de la sociedad vasca han logrado el mayor éxito de las últimas décadas. Puede que nos hayamos quedado sin Juegos Olímpicos, pero leer un periódico, día tras día, y no ver las malditas siglas es la mejor noticia.

Sin embargo, el reto de la convivencia con grupos separatistas está ahí. En estos días en los que se habla del “derecho a decidir”, es necesario acompañarlo del “deber de no imponer”. Ambos se complementan pero no son sinónimos. En el debate catalán, como en el contexto vasco, se relaciona “decidir” con los ciudadanos e “imponer” con el gobierno. Sin duda, esa conexión es esencial para entender el problema. Y tiene que ver con la alerta que ayer daba la presidenta del Parlamento vasco, Arantza Quiroga, al señalar que el problema quizás no sea la ruptura Madrid-Cataluña sino entre los propios catalanes. Es de una lucidez luminosa, valga la redundancia.

El derecho a decidir termina donde empieza el deber de no imponer y viceversa. Eso es lo que se reivindica desde Cataluña y es lo que hay que tener presente también respecto a todos los catalanes. Y yo diría: especialmente respecto a todos los catalanes. El principal problema vasco de estos años no era el terrorismo sino que éste enfrentaba a vascos con vascos. La peor consecuencia del proceso que vive Cataluña no es que Madrid se ofenda, a cientos de kilómetros de distancia, sino que la vida pueda ser insoportable para los catalanes no independentistas. Esa fractura social sería un mal comienzo para el futuro de una nación.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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