Cuando leo que hoy comienza uno de los juicios más esperados del año, el del “caso Faisán”, no puedo evitar detenerme en una palabra de su descripción: chivatazo a ETA. ETA. ¿Cuántos meses llevamos sin nombrarla? ¿Cuándo dejó de protagonizar nuestra vida? ¿Cuándo empezamos a acostumbrarnos a vivir sin ella?
Habrá muchos motivos para reprochar a este gobierno, y al anterior, y al otro, cientos de errores y estupideces pero la tenacidad a pesar del rechazo político, la presión contra la banda terrorista; la labor de los jueces, de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y la voz de la sociedad vasca han logrado el mayor éxito de las últimas décadas. Puede que nos hayamos quedado sin Juegos Olímpicos, pero leer un periódico, día tras día, y no ver las malditas siglas es la mejor noticia.
Sin embargo, el reto de la convivencia con grupos separatistas está ahí. En estos días en los que se habla del “derecho a decidir”, es necesario acompañarlo del “deber de no imponer”. Ambos se complementan pero no son sinónimos. En el debate catalán, como en el contexto vasco, se relaciona “decidir” con los ciudadanos e “imponer” con el gobierno. Sin duda, esa conexión es esencial para entender el problema. Y tiene que ver con la alerta que ayer daba la presidenta del Parlamento vasco, Arantza Quiroga, al señalar que el problema quizás no sea la ruptura Madrid-Cataluña sino entre los propios catalanes. Es de una lucidez luminosa, valga la redundancia.
El derecho a decidir termina donde empieza el deber de no imponer y viceversa. Eso es lo que se reivindica desde Cataluña y es lo que hay que tener presente también respecto a todos los catalanes. Y yo diría: especialmente respecto a todos los catalanes. El principal problema vasco de estos años no era el terrorismo sino que éste enfrentaba a vascos con vascos. La peor consecuencia del proceso que vive Cataluña no es que Madrid se ofenda, a cientos de kilómetros de distancia, sino que la vida pueda ser insoportable para los catalanes no independentistas. Esa fractura social sería un mal comienzo para el futuro de una nación.