Cuando una ha visto tantas promesas, propuestas e iniciativas que se han quedado en nada, se vuelve escéptica ante una más. Será por eso que el listado de anuncios que hizo ayer Fabra en Les Corts me deja fría. En estos años te has llevado la ilusión de poder tener ayudas para arreglar la vivienda y has visto cómo al final los trámites, requisitos y plazos han sido tan enrevesados que no has llegado a ver un euro. Has confiado en que las desgravaciones realmente fueran un incentivo para estudiar, emprender o contribuir al bien común y has concluido en que mejor hacer lo que quieres sin contar con papá-Estado, teniendo encima la sensación de que los demás obtenían ayudas que tú no veías ni de lejos.
Así pues desconfío de lo anunciado cuando no hay dinero ni para folios. Cualquier medida que suponga rebaja de impuestos en tiempos de escasez de ingresos me parece falaz. No digo que no sea necesaria sino que me da que tiene truco. Nunca me gustó la magia. Tal vez porque me parecía un ejercicio interesante de ocultación pero no con componentes extraordinarios como nos hacían creer de pequeños. El abuelo nunca se queda con nuestra nariz aunque nos parezca así. Es su dedo gordo el que nos deja con la boca abierta.
Ayer tuve la misma sensación y no pude evitar preguntarme, como entonces, “¿dónde está el truco?”. La culpa la tiene ese momento terrible en que por primera vez descubres que la nariz sigue en su sitio y que aquello que te engañó no era más que su propio dedo. Es lo mismo que la esperanza ante un anuncio político desinflado con la pura realidad. No eran ayudas; eran incentivos que no merecían la pena el papeleo y el seguimiento de Hacienda para los restos. No eran subvenciones; eran controles en uno y mil ficheros. No eran apuestas por el consumo, eran propuestas que lo dejaban en manos de unos pocos. Así pues no sé si los anuncios como el de ayer también tienen cien días de margen como los políticos recién elegidos, pero a mí me cuesta dárselos. No es falta de convicción. Es pereza de encandilarme y llevarme otra vez el chasco.