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María José Pou

iPou 3.0

Botellón blanco

No seré yo quien reproche al ayuntamiento de Valencia su lucha contra el botellón. Entiendo a los chavales con sus ganas de fiesta, la incomodidad de pagar precios exagerados por una copa y el rollo social que tiene ser invitado, acudir, cambiarse de grupo, encontrar a colegas que uno no veía hace mil y coger un puntito gracioso por un módico precio. Lo malo es que de puntito pasamos a puntos suspensivos y de ahí a punto final en un abrir y cerrar de ojos. Y no digo nada cuando nos comportamos como absolutos egoístas y pensamos que el mundo tiene que admirar nuestras dotes líricas a las cuatro de la mañana, debe vibrar con nuestros altavoces magnitud 7 en la escala de Richter o debe limpiar, como si fueran nuestras chachas, las vomitonas, orines y coca colas derramadas en la puerta de su casa. El botellón, visto así, es el gran acto adolescente, hedonista y ególatra.

Por eso estoy de acuerdo en que el ayuntamiento intente agilizar su fiscalización por parte de la policía eliminando análisis sobre la bebida. Ahora bien, eso de considerar que una aglomeración de gente bebiendo es perseguible sin pruebas que lo confirmen me preocupa. ¿Y si, en esos días de degustación masiva del “oro blanco”, el Consell Regulador de la D.O. Chufa de Valencia decide incluir el licor de horchata? ¿Estaremos, entonces, ante un botellón stricto sensu o ante una horchatada estupenda de las que endulzan la vida? ¿Llegará el concejal Domínguez y nos multará a diez euros por farton? Yo solo lo digo porque si los requisitos son concentración de gente y molestias, puede que se cumplan. El primero se da; el segundo, según y cómo, porque a mí me dan un cubalitro de horchata –soy capaz- y me pongo ciega, canto el Himne y hasta el de la Coronación –en lugar del Asturias, patria querida- y me siento tan happy que soy amiga de todo el mundo y termino diciendo eso de “os quiero a todos”. O sea, cojo una cogorza insulínica de aquí te espero. En fin, que cualquier día de esos de horchata a granel me pasan el alcoholímetro y doy positivo. Sin alcohol. Ya me veo con la multa. Fijo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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