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María José Pou

iPou 3.0

Los padres de Asunta

Llevo días rehuyendo un tema cuando leo la prensa. La muerte de Asunta, la niña de origen chino que apareció asesinada en la localidad gallega de Teo. Cada vez que veo la noticia, paso a otra cosa por no saber. Es un acto, en parte, cobarde y, en parte, inteligente. Cobarde, por no enfrentarme a un hecho que me produce escalofríos e inteligente, para que no me mareen todas las especulaciones que circulan sobre lo sucedido.

Desde que conocí la noticia y supe de la investigación del juez sobre los padres pensé que aquello podía ser un horror, como lo fue el caso de Madeleine McCann. Es un horror porque, si es verdad, es lo más horrible que podamos encontrar, unos padres acabando con la vida de un hijo, pero, si no lo es, el calvario de estos padres no tiene fin, primero con la muerte de su niña y luego con la acusación.

En estos días suele culparse a la prensa y sobre todo a la televisión de los desmanes y juicios paralelos. Es cierto que muchas veces se percibe un hecho de este tipo en términos de jugosa audiencia a cuenta del espectáculo del morbo. Y, por lo que sabemos, se explota sin piedad.

Sin embargo, cuando se acusa a los medios de especular me pregunto si nos paramos a pensar en el origen de esos rumores y medias verdades. ¿Fue la prensa la que deslizó el tema de la herencia o de la maternidad sospechosa de la abuela? Los medios pueden magnificar un dato, poner el foco sobre él, amplificarlo y darle, con eso, una relevancia que distorsione la verdad pero no lo inventan. Lo que está circulando en este caso, y es lo más sorprendente, es toda la inquina que vecinos y familiares guardaban contra este matrimonio. No niego que puedan ser culpables y, si es así, bastante tienen con lo que tienen. Pero, si no, ver cómo el círculo próximo revela a los medios todas las miserias que se guardaban para el chismorreo local es espantoso. Prueba de ello es que cada acusación espeluznante que sale a la luz es negada después por quien conoce el tema. Si todo es falso, sería un caso de película. Pero no de crímenes sangrientos, sino de los que comete la maledicencia.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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