Las costas italianas, que han visto naufragar un crucero de lujo como el Costa Concordia, asisten ahora conmovidas al hundimiento del “crucero de los pobres”, la patera como la que ayer se hundió en Lampedusa.
Al final, la muerte coge a todos por igual y los arrastra al fondo del mar con una salvedad. Las víctimas del Costa Concordia son personalizadas, conocidas y reconocidas. Se les dota de nombre y de cara. Se les recuerda en sus lugares de origen. Conocemos su vida y las ilusiones con las que se montaron en ese barco. Lloramos el trágico suceso dando por hecho que es un horror subir a bordo para divertirse y encontrar el final por la irresponsabilidad de un hombre o de una compañía naviera. O de ambos a la vez.
En cambio los muertos de Lampedusa no tienen nombre. No sabemos sus historias. Ningún periodista se molesta en contarlas. Son víctimas lejanas. Son un número: 90, 100 o 150. La conmoción es directamente proporcional a la cantidad, no a las circunstancias ni a la responsabilidad de un sujeto, grupo o mafia dispuesta a todo por pura codicia. Nos preocupa la ambición de una empresa que nos puede timar a todos, no la de una red que explota la esperanza de una vida mejor en gente desahuciada por la historia. Somos consumidores antes que personas. Nos incomoda la noticia pero no son “de los nuestros”.
Pensamos, quizás, que el primer naufragio era evitable y nadie lo buscó. El segundo, en cambio lo contemplamos con la ceja levantada y con un chasquido entre los dientes. Los que indican nuestra desconfianza. Que no vengan, que no se suban a una barcaza, que no intenten entrar por medios ilegales, que no abusen de nuestros sistemas de protección y de asistencia social. En una palabra, que no se lo busquen. Sin embargo, los verdaderos culpables son quienes les incitan a venir, quienes les prometen que llegarán y, sobre todo, quienes se enriquecen con esa vana promesa. A esos es a los que hay que tratar como a piratas. Negocian con personas como si fueran mercancía y nos da lo mismo. Lo realmente duro es morir en un crucero de lujo.