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María José Pou

iPou 3.0

Russafa, ¿otra ZAS?

El verbo “despertar” cambia mucho cuando se usa así o cuando se hace en su forma pronominal, “despertarse”. Si uno se despierta porque se va de excursión, todo es excitación y optimismo. Si a uno lo despiertan unos energúmenos cuyo sentido de la fiesta implica a todo el barrio, la cosa cambia.

Supongo que escribo esto bajo los efectos del gotero de cafeína con el que tuve que pasar el domingo gracias a una panda de descerebrados que compartió con los vecinos su pasión musical, sus risas, sus conversaciones a gritos y hasta sus vergüenzas. Desde las cinco y media de la mañana, en concreto.

De hecho, en el paseo tempranero de ayer, tuve que tapar los ojos a Whisky para que no viera cómo una pareja se lo montaba encima de un coche mientras otros alcoholizados jaleaban al interfecto. No me preocupa que Whisky se escandalice; es un perro muy moderno, pero, como lo tengo castrado, no quiero que sufra por ver lo que nunca hará. Poco después, y mientras yo evitaba que levantara la pata en un semáforo, otro perroflauta supersolidario lo “okupaba” bajándose la cremallera.

Es lo que padecen muchos vecinos de Valencia en las zonas consideradas más “cool”. A mí me hace gracia ese mohín de algunos “gafapastas” hablando de mi barrio, Russafa, que ha tenido un weekend gastronómico chachi pero ha mantenido sus guarradas de los demás fines de semana. Queda muy “posh” decir lo activo que es ahora frente a la ruina en la que estaba. Y tienen parte de razón. Ahora hay más vida cultural y social. Hay ofertas novedosas. Está de moda. Pero su evolución me recuerda a la del barrio de El Carmen que pasó de estar desahuciado a ser el centro vital de la noche valenciana. Todos aplaudimos su recuperación sin pensar en que la cosa sería estupenda si fueran decorados de cartón piedra y solo los bajos, con bares y restaurantes, estuvieran “habitados”. Russafa está siguiendo su estela en un proceso que parece inevitable. Parece que, cuando en Valencia se recupera un barrio en decadencia, muere de éxito y se convierte en la pesadilla de los vecinos. Del RIP al ZAS en un pispás.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.