Nos sigue gustando el cine. No es que me sorprenda el dato; me imaginaba que era así porque sigue siendo un arte, un divertimento, un tipo de evasión y hasta un ejercicio de socialización. Todo ello en torno a una sala cinematográfica. Lo novedoso es que ya tenemos datos objetivos para pedir a quien corresponda que esa actividad cultural no esté penalizada sino al contrario, que se fomente. Lo estamos confirmando estos días con las colas que ya no se veían, desde hace mucho tiempo, a las puertas de los cines de Valencia. Y es gracias a una espectacular bajada de precios que anima incluso a los forofos del fútbol habiendo partido o a los aficionados de algunos programas de televisión teniendo una nueva cita con ellos.
Es cierto que el cine es ocio y diversión, de modo que podría considerarse un lujo. Sin duda, podemos prescindir de él y no así del pan, el paracetamol o los pañales. Sin embargo, es más que eso. Es cultura y contemplar la cultura como un extra o un gasto innecesario refleja una cortedad de miras que solo los mediocres tiempos que nos toca vivir pueden justificar.
Que se llenen las salas de cine por bajar el precio indica que hay formas de conseguir que la gente acuda a teatros, cines, librerías y conciertos. Acomodando sus precios a la crisis. En la cultura, a diferencia de otras áreas, nunca ha habido una burbuja que necesitara explotar. Y si la había hay que revisar en qué punto y quién gana más de lo que debería, como se ha hecho con otros.
Dicen los autores que no son ellos y me lo creo, habida cuenta de que deben dedicarse a otros menesteres además de la creación para sobrevivir. Así pues serán quizás los intermediarios. Es lo que indican algunos cantantes que ignoran a la industria para lanzar sus proyectos al margen de ella. Tal vez no sean solo los constructores quienes hincharon los precios aprovechando las “vacas gordas”. Si ellos han de reducir sus beneficios y adecuar los precios a la realidad, puede que sea el momento de pedir lo mismo a la industria cultural, no solo a las autoridades. “Más cine por favor”, como pedía Aute.