Entre las escuchas de Obama y las apariciones de Chávez, estoy en un sinvivir. O me oye uno o me mira el otro. Jesús, ¡qué angustia! No gana una para sustos con esas “presencias” en el mundo de los vivos y de los otros.
Con Nicolás Maduro nos pasará algún día como con Hitler (salvando las distancias): que vendrán los psiquiatras a explicarnos los problemas mentales de su personalidad.
No es que una niegue la aparición de las caras de Chávez en el metro de Caracas, líbreme Dios de dudar de un pajarillo bolivariano que lo mismo hace un trino que se encarama a la roca caliza de las profundidades. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme por qué escoge el metro y no algo más regio, no sé, el Palacio de las Academias, la casa natal de Simón Bolívar o el Panteón Nacional. Entiendo que es su forma de acercarse a la clase obrera y no a las élites del país pero resulta un tanto siniestro aparecerse bajo tierra.
Lo peor es que Maduro lo anuncie, convencido de que Hugo Chávez está presente. Y lo dice, además, con una frase que produce escalofríos: “Chávez está en todas partes”, “la patria está en todas partes”. ¡Jesús, María y José! (léase santiguándose). Es un Gran hermano rústico. ¿Cómo que la patria es un agujero en la pared? ¿Lo sabe Oriol Junqueras? Lo digo porque nada sería más impactante que ver la cara de Artur Mas en las montañas de Montserrat.
Ante todo ello, no puedo sino preguntarme ¿Y no será que Cecilia Giménez, la “restauradora” del Eccce Homo de Borja, ha ido de turismo a Caracas, ha decidido llevarles unas croquetitas de cocido a los trabajadores y se ha pintado algo mientras almorzaban?
De lo contrario no me queda nada más que sospechar que será verdad. ¿Será cierto que Hugo Chávez está ahora sobre mi hombro vigilando lo que escribo? Juro que como vea su reflejo en la pantalla del ordenador caeré fulminada e iré corriendo a comprarme un chándal con la bandera de Russafa para competir con él.
Miedo me da pasar por las obras inacabadas de la línea 2 del metro. Cuando lo hago, miro de refilón por si me habla Jaume I o el rey Zayyan. La patria me vigila.