Creo que somos varios los que, al leer las declaraciones de César Alierta, levantamos la ceja como Sobera. O sea, que no nos creemos eso de que la crisis haya terminado ya en España. A mí me viene justo para no lanzar algún exabrupto. Pero, además, me revuelve las tripas cuando salgo a la calle y la realidad lo desmiente, aunque no quiera.
Llegan sus palabras justo en el momento en el que conocemos la terrible devastación que ha sufrido Filipinas y, salvando las distancias, a mí me parece tan simbólico que asusta. Veo las imágenes y pienso en la piel de toro. Y en los millones de damnificados por lo ocurrido. No son solo las “víctimas mortales”, los parados, sino también los afectados en mayor o menor medida.
España ha sufrido un megatifón que nos ha dejado temblando. No quiero equiparar un drama y otro pero para muchas familias el paso de la crisis por nuestro país deja el mismo resultado: han perdido su casa, su negocio, sus pertenencias, su salud y hasta su entorno. Están sentados sobre cuatro maderos que formaban los pilares de su vivienda y no saben ni cómo ni quién les ayudará a salir de todo eso. Alrededor solo ven destrucción: la pequeña empresa destruida llena de carteles de “se alquila” y “disponible” los bajos de la ciudad; los pisos comprados para especular dicen lo mismo en la planta superior y mientras tanto un montón de ciudadanos, zombies después de ser despedidos a los 50 o contratados intermitentemente a los 25, deambulan por las calles sin nada qué hacer ni lugar adonde ir.
En ese contexto, que salga un ministro o un empresario a decir que ya ha pasado lo peor es tan irrelevante como que lo haga ahora el presidente filipino para decir que el tifón ya se aleja. Estupendo. No volverá a golpearles. Pero ¿eso tranquiiza? Poco, la verdad. La tarea de reconstrucción es brutal. Al Estado corresponderá levantar puentes, centrales eléctricas o carreteras; al empresario, poner en pie su nave industrial destruida por el viento y a las familias construir su casa, arrasada en estas horas. ¿Consuela saber que ya pasó? No lo creo.