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María José Pou

iPou 3.0

Devastación

Creo que somos varios los que, al leer las declaraciones de César Alierta, levantamos la ceja como Sobera. O sea, que no nos creemos eso de que la crisis haya terminado ya en España. A mí me viene justo para no lanzar algún exabrupto. Pero, además, me revuelve las tripas cuando salgo a la calle y la realidad lo desmiente, aunque no quiera.

Llegan sus palabras justo en el momento en el que conocemos la terrible devastación que ha sufrido Filipinas y, salvando las distancias, a mí me parece tan simbólico que asusta. Veo las imágenes y pienso en la piel de toro. Y en los millones de damnificados por lo ocurrido. No son solo las “víctimas mortales”, los parados, sino también los afectados en mayor o menor medida.

España ha sufrido un megatifón que nos ha dejado temblando. No quiero equiparar un drama y otro pero para muchas familias el paso de la crisis por nuestro país deja el mismo resultado: han perdido su casa, su negocio, sus pertenencias, su salud y hasta su entorno. Están sentados sobre cuatro maderos que formaban los pilares de su vivienda y no saben ni cómo ni quién les ayudará a salir de todo eso. Alrededor solo ven destrucción: la pequeña empresa destruida llena de carteles de “se alquila” y “disponible” los bajos de la ciudad; los pisos comprados para especular dicen lo mismo en la planta superior y mientras tanto un montón de ciudadanos, zombies después de ser despedidos a los 50 o contratados intermitentemente a los 25, deambulan por las calles sin nada qué hacer ni lugar adonde ir.

En ese contexto, que salga un ministro o un empresario a decir que ya ha pasado lo peor es tan irrelevante como que lo haga ahora el presidente filipino para decir que el tifón ya se aleja. Estupendo. No volverá a golpearles. Pero ¿eso tranquiiza? Poco, la verdad. La tarea de reconstrucción es brutal. Al Estado corresponderá levantar puentes, centrales eléctricas o carreteras; al empresario, poner en pie su nave industrial destruida por el viento y a las familias construir su casa, arrasada en estas horas. ¿Consuela saber que ya pasó? No lo creo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


noviembre 2013
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