Su novio ha sacado la simpatía de la suegra para con los medios de comunicación. No enseña dientes por miedo a que parezca la escalinata de los Museos Vaticanos, pero sí farfulla “¡Isabel!” cuando le preguntan por “Chabelita”. Lo dice con enfado, como corresponde a un defensor de su dama ofendida por el apelativo infantil justo cuando ella está a punto de ceder las muñecas a la siguiente generación.
Chabelita, mientras tanto, reclama a través de la red social Twitter que respeten la nueva etapa que comienza y que vive con ilusión. Así debería ser y así es en la mayoría de familias, pero la suya ha demostrado ser tan dependiente del papel couché que resulta difícil ignorarlo ahora. Chabelita promete, como lo hace el hijo de Ortega Cano metiéndose en líos con la policía y los juzgados.
Son la generación Miley Cyrus y toman el nombre de esa aprendiza de Lady Gaga dispuesta a superarla sin saber que el escándalo solo se mejora con otro mayor y la Gaga ha demostrado ser suficientemente experta como para que no se le quede nada por aprovechar. Por eso la “Gaguita” solo puede aspirar a hacer el ridículo.
La nueva generación de los famosetes son, como ocurre con los sucesores de muchos grandes empresarios, quienes dilapidarán la fama de sus predecesores ganada con trabajo y sudor. Nadie puede negar que Ortega era un torero popular y Pantoja, una coplera imprescindible. Curiosamente, viudos ambos. Ella, la viuda de España; él, el viudo de Jurado. Pero los dos están viendo cómo los hijos llevan a pique la “empresa” familiar. Ésta no se caracteriza por la discreción y el ocultamiento mediático, pero sí por cierta mesura que no tienen ninguno de los vástagos. Y que nadie se equivoque: no es cosa de “adoptados” o “no adoptados”. Paquirrín ha acabado con todo racismo o xenofobia. Los de la propia sangre son tan gandules, vividores y “malfaeners” como los venidos de fuera. No difieren, tampoco, del resto de su generación pero, al ser tan conocidos, se convierten en ni-nis de alto standing y su desmotivación por el trabajo y el madrugón, un modelo difícil de seguir.