Las dietas no son fáciles de llevar. Que nos priven de comer cuando hay hambre o de los dulces, cuando hay disgustos, es uno de los peores métodos de tortura. Por eso entiendo tan bien a los políticos. Están famélicos de inversiones; nadie les permite ni el alivio de inaugurar un campo de petanca, la nueva farola de la plaza mayor o el remozado de los escalones de un parking cercano. Hace tantos meses que no se hacen una foto que algunos están a punto de inaugurar nichos del cementerio, que es lo único que se renueva sin pausa.
Yo, desde que vi, cómo vendían la “inauguración” de una de las zonas de obras en Russafa -quitando una valla-, me espero cualquier cosa. Me dio tanta penita que estuve a punto de invitarles a inaugurar la cazuela de arroç al forn que acababa de poner en la mesa.
Ahora, vivo con miedo de sentir su presencia junto a mí cada vez que abro un paquete de folios, un bote de leche o una lata de sardinas. De hecho, ya lo hago con temor a que me aparezca una comparsa de 30 o 40 personas para celebrarlo y publicar las fotos en la prensa.
Por eso los pobres, con lo mal que están las obras públicas, se lanzan a cualquier “estreno” como el que ataca la nevera por la noche después de cenar una lechuga de mirada triste: con desespero, alevosía y refocilación. O sea, regodeándose entre botes de nocilla, sobrasada y papas con sabor a ajo.
Así los vi el otro día inaugurando un par de rotondas en la Pobla de Farnals. Lo escribo y me muero de risa. ¡Mi reino por una rotonda!, parecían clamar los cincuenta personajes reunidos para cortar no sé si cinta u ovillo de lana dada la circunferencia interminable de la rotonda y la cantidad de gente reunida para tal obviedad.
Voy a proponer, pues, la celebración de aniversarios de inauguraciones, primeras piedras, inicio de obras, presentación de proyectos y aprobaciones en consistorios. Así, podrían hacerse cientos de fotos en hospitales, escuelas, colectores, parques o jardines a coste cero. Todo menos verles disputarse una rotonda como unos buitres carroñeros sobre los restos de un antílope desmembrado.