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María José Pou

iPou 3.0

Goteo de delincuentes

En estos días de tanta información sobre los presos que ha dejado libres la sentencia de Estrasburgo, he llegado a la conclusión de que prefiero no saber. Con el goteo diario y las advertencias, ayer, del Fiscal general del Estado dando órdenes de vigilar sin vigilar, la inquietud que no tenía se me ha apoderado.

No es que fuera inconsciente –cuando el Tribunal europeo falló- de lo que significa que determinados tipejos salgan a la calle pero entonces pensé que es algo que ocurre constantemente y no nos ponemos a temblar por ello, salvo en contadas ocasiones. Hay que tener en cuenta que etarras, violadores o asesinos iban a salir de todos modos. Antes o después. Con más o menos campanillas. Pero ninguno se iba a quedar ahí. Por tanto, tenemos que estar hechos a vivir con eso aunque a veces las consecuencias sean indeseadas.

Por eso el desasosiego diario al que nos estamos sometiendo –hoy, el loco del chándal; mañana, el violador del portal; al otro, el violador del ascensor; la semana siguiente, Ricart- creo que no es bueno desde el punto de vista emocional. Es inevitable, imagino, pero no nos reporta nada bueno.

Ciertamente no podemos negar la evidencia: la aplicación de las pautas que derivan de la sentencia europea ha hecho que unas salidas escalonadas en otra ocasión se hayan convertido ahora en simultáneas. Eso es lo que multiplica la “sensación térmica”. Como ocurre cuando las bajas temperaturas se unen a un viento fuerte, creemos que hace más frío por el efecto del factor añadido, no porque lo haga. Aquí, la coincidencia potencia la sensación de inquietud. Ellos estarían en la calle en unos años –y muchos como ellos ya lo están- pero de pronto los tenemos a todos en nuestras ciudades.

La desazón se incrementa, además, con las palabras del Fiscal. Entiendo que pretende lo contrario, dar tranquilidad a los ciudadanos, pero creo que no lo consigue. El mensaje final es la confianza en el Estado de Derecho, sin embargo, es difícil mantenerla cuando antes no evitó el daño y ahora no ha terminado de repararlo con las correcciones de Estrasburgo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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