No sé quién fue el lumbreras que decidió eliminar al “calvo de la Navidad” de los anuncios de Lotería. Dicen que se hizo porque el personaje había desplazado lo esencial, que era el propio sorteo. Nunca lo he entendido, salvo que la dificultad tuviera más que ver con sus honorarios que con su imagen. El calvo representaba la fiabilidad, la magia, el no se qué que queda balbuciendo en la ilusión de que la vida cambie de un soplido. Era la esencia del sorteo, no su sustituto. Por eso no termino de entender cómo pudieron dejar escapar a quien consiguió, junto a una historia, un modo de contar y un aderezo, encarnar mejor que nadie, hasta ahora, lo que lleva a tantos españoles a confiar en un absurdo bombo lleno de bolas cada 22 de diciembre.
Ahora ha vuelto para hacer una campaña solidaria y de nuevo lo veo y pienso en que tiene algo de personaje de cuento, de ángel sobre el cielo de Berlín. Será su porte, su rostro o su propia calva pero el caso es que hay algo en él que me da paz y me hace confiar, como algo en George Clooney me anima a tomar café. En su caso es como si el anfitrión perfecto me diera la tranquilidad de saber que su invitación es la mejor posible. Estoy a punto, incluso, de buscar esas terrazas de cafeterías postmodernas en las que una puede coincidir tomándose un expreso junto a George. Hace que me lo crea.
Del mismo modo, el actor Clive Arrindell es un estilizado y novísimo Papa Noël, un ser venido de otra dimensión capaz ahora de acabar con el hambre en el mundo. En absoluto desplaza al mensaje, al contrario, lo reafirma. Hay algo en el anuncio que me encanta: somos la primera generación capaces de lograr que pueda terminarse esa vergüenza que es el hambre. Está en nuestras manos, dicen. Las mismas que en su día nos invitaban a recibir la suerte. No hay magia. No hay polvos extraños. Campanilla no existe. O quizás podemos ser cada uno de nosotros. La magia es ponernos de acuerdo, tomarlo en serio y no cejar en el empeño de ayudar a quien más lo necesita. El calvo no quita protagonismo a eso. Lo encarna. Lo potencia y nos lo hace recordar.