Con los problemas que tenemos ya en el espacio aéreo, en las calles de nuestras ciudades y en zonas de concentración automovilística, la sola idea de poblar el aire de drones que lleven paquetes de aquí para allá, me produce inquietud. Con razón, algunas empresas interesadas están trabajando en los problemas que genera, sobre todo, de seguridad. Para ellas, el temor es que florezcan los “cazadrones” en busca de un botín suculento: aparatos electrónicos, alta tecnología o pizzas de tamaño familiar. Cualquier cosa puede ser apetecible para un amigo de lo ajeno. Sin embargo, a mí me preocupa más tener que sortear aviones no tripulados, además de bicicletas, cada vez que salgo a la calle. Me faltarían retrovisores: unos, en los hombros y, otros en las orejas para ver lo que viene del cielo.
Y no lo digo solo por mí. Si ya la aviación convencional y las líneas de alta tensión son un peligro constante para las aves migratorias, imagino el terror que uno de esos drones puede producir en los estorninos urbanos. Sin duda serían mucho más eficaces que las mascletàs que tira el ayuntamiento de Valencia en zonas superpobladas, pero convertiríamos su vida en una pesadilla. Ya estoy viendo a un pobre estornino adormilado por la mañana, asomándose a su rama mientras se despereza y de pronto se le congela el bostezo viendo venir un drone de cara. ¿Qué puede pensar un pajarillo ante semejante cacharro alado? Que se acerca el apocalipsis, sin duda. El pobre no superaría la crisis cardíaca y caería redondo al suelo. Eso por no hablar del susto para las mascotas que pasean tranquilamente por la calle y, después de hacerse el ánimo de que hay quien camina en plataformas de cuatro ruedas; otros, de dos rozándoles los bigotes y algunos al trote, tendrían que integrar un trasto volador amenazante. A Whisky no lo saco de casa después de eso. Bastante tiene con petardos, ambulancias, motos y Harley Davidson como para aceptar que un drone no sea peligroso. De momento ya estoy buscando cascos a juego para ir conjuntados no sea que el cielo, de verdad, caiga sobre nuestras cabezas.