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María José Pou

iPou 3.0

Sapos y culebras

La verdad es que nunca me han importado los chismes ajenos. Me refiero a los que gustan a todo el mundo, es decir, los que tienen que ver con amor, sexo y lujuria. Me da igual con quién se líe cada uno y creo que debería importarnos un bledo salvo que tengamos intereses personales en el afectado. A mí, los únicos chismes que me gustan son aquellos que ponen en evidencia a los cretinos. Ésos son deliciosos, he de confesar.

Sin embargo, ayer experimenté algo nuevo al respecto. Fue al ver las imágenes de la presentación del Informe PISA en el ministerio. La protagonista era la secretaria de Estado de Educación, FP y Universidades, Montserrat Gomendio. Es una profesional muy preparada, sin embargo, el hecho de que en las últimas semanas se le haya relacionado sentimentalmente con el ministro no le beneficia. Tampoco tendría por qué perjudicarle pero lo que me inquietó es que al ver sus declaraciones lo primero que pensé fue en el su rollito otoñal. No es propio de mí, por eso lo comento bastante enfurruñada conmigo misma.

Por el contrario, me consoló otra imagen y otra reacción en mí. Fueron las penosas secuencias de Alberto Fabra entrando y saliendo de un acto increpado por trabajadores de RTVV. Más allá de la violencia de determinadas actitudes en quienes deberían mantener la calma, hubo un grito que me golpeó. Fue el de “¡adúltero!”. No podía creerlo. Salvo que la voz masculina de quien gritó fuera la del hermano o primo político del president, no entiendo que se le reproche eso. Cualquier otra cosa podrá ser más o menos oportuna, elegante o ajustada a la verdad pero desde luego ésa resulta del todo impropia. Ya sé que los norteamericanos esto lo verían como un indicio. Suelen decir que si se engaña en lo privado, por qué no se va a engañar en lo público. No les falta razón pero yo me tranquilizo sabiendo que aún me molestan esos juicios sobre la vida particular, salvo que tengan su reflejo en lo público como al parecer ha ocurrido con la mujer de Jaume Matas. Eso sí debe inquietarnos. No por el engaño sino por el riesgo de subvencionar la incompetencia.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


diciembre 2013
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