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María José Pou

iPou 3.0

El fútbol es así

El fútbol es de las pocas actividades en las que el fracaso acarrea la caída de quien diseñó la estrategia del desastre. En eso, se parece a la guerra: quien lleva a un ejército a perder la batalla tiene que asumir las responsabilidades de su error. Del mismo modo, un entrenador ha de decir, como ayer Djukic, “el culpable soy yo”. Y asumir su defenestración sin histerias ni revanchas.

Es lo opuesto a la vida pública, ya sea la política, ya sea la económica. En éstas, por lo general, nadie acepta su derrota ni deja el cargo admitiendo que la estrategia ha sido incorrecta. O, al menos, son pocos los que lo hacen. Por lo general, pasa lo contrario. Empiezan por no admitir que han fracasado; si lo hacen, buscan culpables fuera, y por último terminan por intentar ilusionar diciendo que la próxima será la vencida. Como si no nada.

Con ellos deberíamos poder hacer como los clubes de fútbol: en cuanto ven que la cosa se tuerce y que el equipo va de mal en peor, no esperan ni a terminar la temporada. Se va fuera y viene otro de refresco en su lugar. Es verdad que en ocasiones cambian entrenadores por no asumir que el problema está en los directivos pero, al menos, se ve libertad para intentar una nueva vía que evite la hecatombe. En la política no ocurre eso. Hay que aceptar que el estratega no sabe por dónde va, dejarle que cometa todas las tropelías del mundo y, con suerte, conseguir que la presión interna de los partidos le haga recapacitar más que la voz alterada del ciudadano.

En el ámbito económico ni qué decir. Lo estamos viendo a diario. Aquellos que nos llevaron al precipicio son los mismos que nos prometen salir de ésta. ¿De cuál? habría que preguntarles. Si no han sabido evitar que el coche se despeñara, ¿cómo pretenden que nos creamos que son capaces de sacarlo del agujero? Sin embargo, así es. El fútbol y la guerra son así. Primarios, pero con más flexibilidad para el cambio que otras materias aparentemente más capaces de lograrlo. Es verdad que no son comparables pero en ambos hay mucho en juego. Que se lo digan a Almunia, precisamente. Si no la vida, sí al menos el motor de ésta.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


diciembre 2013
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