En estos tiempos de zozobras y malos despertares cotidianos, se agradece cualquier motivo de ilusión colectiva. No defiendo el “pan y circo” porque de lo primero hay poco y lo segundo no suele tener gracia. No se trata del entretenimiento como maniobra de distracción sino de motivación. Y no es tanto por divertir como por hallar razones para sentirnos parte de un grupo. Ésa es una de las grandes virtudes del deporte y lo vemos cada semana en el fútbol.
Ayer, hoy, en los últimos días, muchos valencianos somos del Olimpic de Xàtiva aunque nunca les hayamos oído nombrar ni visto jugar; aunque no sepamos sus nombres ni su historia. Sabemos solo un dato: es un equipo humilde que se codea con los grandes. Eso es motivo suficiente para la admiración y el agradecimiento. Con menos, harían un panegírico los medios de Madrid.
No importa si gana o pierde. Es ganador. Ahora que vemos cómo se fiscaliza a otros clubes que han tenido mimos, dineros y mangas anchas del poder, da gusto ver el deporte pequeño ya sea un club modesto ya sea un deporte minoritario y olvidado de los grandes medios.
Con el Olímpic, nos ponemos del lado de David frente a Goliat, aunque creamos que no tiene opciones. Lo grandioso es ver a David dispuesto a enfrentarse a Goliat. Ese momento, que es lo vivido ayer en el Bernabéu, es la gloria. Ella nace tanto del éxito como del valor. Para muchos valencianos, hoy son héroes los jugadores del Olimpic. Les dan motivos para soñar y para recuperar esa afición no contaminada por otros factores que han terminado por perturbar la de clubes cercanos. La afición “manque pierda” es la más pura, la que está con el equipo que recoge triunfos y con el que se marcha al vestuario sin ellos pero con honor. Esa es la que han ido machacando en los valencianistas y que sin embargo puede verse en la cara de los seguidores setabenses. Quizás eso ayude a recuperar la esencia y a luchar por mantenerla. Los días felices del Olimpic deberían servir de revulsivo para toda la afición y exigir a los jugadores y directivos que ofrezcan eso. Ni grandes estadios ni cifras astronómicas sino motivos para soñar.