Primero fueron las lluvias. Dicen que el Palau de les Arts se inundó por eso, porque llovió mucho. Después, se empezó a abombar la cubierta. En esta ocasión, los expertos señalaron que la causa fue el cambio de temperatura, que contrae y dilata los materiales, por lo que es muy difícil conjugar acero y cerámica. Ahora, tenemos lo que se esperaba tras el abombamiento: los desprendimientos que se anunciaron hace casi un año. Sin embargo, ni las lluvias torrenciales ni los cambios de temperatura de la noche al mediodía son impropios de una ciudad como Valencia y Calatrava debía de saberlo mejor que nadie. Mejor que Norman Foster, autor del Palacio de Congresos, por poner un ejemplo.
Lo cierto es que el Palau de les Arts tiene problemas, desconozco si propios o impropios de un edificio como ese, pero desde luego inconvenientes para una comunidad ahogada, que ha desembolsado ya más de 400 millones de euros por la obra. No sé de arquitectura pero miro las Torres de Serranos y me admira su solidez; veo el convento de la Trinidad y me parece mentira que haya visto pasar a los contemporáneos de Alfonso el Magnánimo por sus claustros; veo la catedral y hago un repaso de siglos solo por sus naves. Todas esas obras han necesitado restauración y mantenimiento, sin duda, pero parecen hechas para que las centurias las admiren sin tanto conocimiento técnico ni medios disponibles. Es cierto que son diferentes tipos de construcción, de materiales y de épocas pero entre la Lonja y el Palau de les Arts, me quedo con la primera que ha demostrado ser capaz de deslumbrar a los valencianos desde el gótico hasta hoy.
Me cuesta ver esa capacidad en una obra que se doblega ante los elementos. En la antigüedad veíamos cómo construían para el terreno, con materiales de allí y contemplando la posibilidad de tormentas de arena, inundaciones o bajas temperaturas. Quizás también tuvieron sus percances y no nos han llegado en las crónicas de entonces, pero, en este caso, resulta sorprendente que las obras de Calatrava acumulen tantos errores en sitios diversos, no solo en Valencia, sino en Bilbao o Venecia sin ir más lejos. A estas alturas no sé si es fijación periodística o realidad pero alguien debería explicarlo.