Soy de las que prefiere una agenda austera, es decir, sin listas de hoteles en España; tablas de kilometraje entre capitales de provincia o mapas pequeños, incompletos y poco útiles. No me gustan esos contenidos porque abultan y no aportan casi nada. Entre todos, me sobran especialmente las frases célebres. Eso de abrir el 5 de mayo y encontrar una tontuna sentimentaloide que dice “el amor es como una gomita que une a dos infelices; cuando uno de ellos la suelta, le da al otro en las narices” me saca de quicio.
En general soy bastante reacia a las frases famosas. Si han de ser categóricas, ingenuas, rotundas o ñonas prefiero que sean de propia cuña. Por eso me producen cierta alergia los aficionados a la cita de sobrecito de azúcar. Son esos que se creen grandes intelectuales porque introducen una cita ocurrente en el momento menos pensado. Tengo para mí que las cogen de los sobrecillos que acompañan el café y que, por lo general, tomamos como si fueran los mensajes de las galletas orientales de la suerte: como si fueran el “oráculo de Delfos”. Así, estamos tomando café con una amiga y dice nuestro sobrecito “quien bien te quiere te hará llorar” y a nuestra amiga le falta tiempo para decirnos: “¿tú ves? tienes que dejarlo”. No se refiere al café ni al vicio de leer frases con mensaje sino al fulano en cuestión. El que nos hace padecer y el oráculo señala como origen de nuestro mal.
Quizás por eso la idea de la Fábrica de Moneda y Timbre de regalar una agenda oficial no me parece mal pero sí que la llene de frases y, sobre todo, que no las revise antes de proceder al encargo. Al parecer la agenda de 2014 tenía perlas como “La corrupción, como la paella…en ningún sitio como en Valencia” o El mejor control de la natalidad sería que las mujeres pusieran huevos. Que quieres tener un hijo, se incuba; que no se quiere tener, te haces un huevo frito”. Que veamos eso en una pared, en unos baños públicos o en un foro adolescente tiene un pase pero que aparezca en una agenda de un organismo público no es de recibo. Ni lo es que, aunque haya sido retirada, nadie asuma la responsabilidad y dimita.