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María José Pou

iPou 3.0

La verdadera carta

Como todos los años, hay periodistas que preguntan a los niños qué han pedido a los Reyes mientras estos desfilan por la ciudad en la Cabalgata. Ellos suelen hacer una relación de muñecas, juegos o marcas que responden a sus preferencias, a lo que han visto en la tele o a lo que juegan sus amigos. Sin embargo, siempre hay quien añade algo más. Son esas cosas inmateriales que realmente les hacen felices y que no tienen sitio en los catálogos de las tiendas y grandes almacenes. Que papá y mamá pasen más tiempo en casa; que jueguen más conmigo; que venga un hermanito; que me lleven a Disneylandia; que este año me vean en la función del cole; que tenga más amigos; que papá no se enfade tanto con mamá; que mamá me vista de princesa. Son deseos más valiosos que la última consola e infinitamente más baratos pero, paradójicamente, más costosos. No en dinero sino en esfuerzo y tiempo.

En ocasiones un niño sería más feliz solo con que su padre le llevara al partido de los sábados por la mañana… y, por una vez, se quedara a verlo. Es gratuito pero al padre le resulta imposible porque tiene el tiempo justo para dejarlo en el fútbol e irse a terminar cosas en el trabajo. Es más fácil comprarle el último móvil y demostrarle así su cariño.

El problema es que, en ocasiones, no es una decisión fácil del padre o de la madre. Con la crisis, son muchos los que saben que deben sacrificar tiempo familiar para que el jefe no diga; para que el compañero no les pase por delante o simplemente para cumplir con los tres trabajos parciales que, sumados, dan un sueldo digno. La crisis y la conciliación no parecen llevarse muy bien. Reclamarla en tiempos de ERE y despidos es todo un riesgo y, puestos a correrlo, algunos prefieren arriesgarse a perder la confianza o la ilusión de un hijo. Si hay que elegir entre darle de comer y verle jugar al fútbol, no parece que haya margen. Por eso a los críos no les queda más remedio que pedirlo a los Reyes Magos: que se lleven la crisis, los recortes, la incertidumbre laboral y las amenazas veladas de los jefes, y que sus papás puedan dedicarse a lo importante, que son ellos.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.