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María José Pou

iPou 3.0

Yuste

La historia tiene recovecos burlones. Uno de ellos lo vimos ayer mientras Durao Barroso recibía el premio Carlos V. Se trataba del escenario, del premio, del premiado y de sus razones. Tenía lugar en el monasterio de Yuste, espacio de retiro del gran emperador que, en efecto, había sido el mandamás de Europa pero no de un continente en paz y hermandad. Ni siquiera él cuidó esa paz, pues hizo la guerra motivada, en ocasiones, por la imposición de la uniformidad que no de la unidad. Los tiempos de Carlos V nada tienen que ver con la Europa que vivimos aunque sí con la que hemos conocido, fraccionada, desangrada y enfrentada entre hermanos.

Tampoco Yuste se ajusta a nuestra realidad. Es signo de arrepentimiento, de humildad y de retiro del mundo pero en él descansó quien lo dominó a sangre y fuego aunque ahora quede el aura de grande porque en sus dominios no se ponía el sol, como se decía en tiempos de su hijo Felipe II. En ese lugar el emperador se reconcilió con su naturaleza humana y quiso hacerlo con el propio Dios antes de encontrarse con él. Eran tiempos en los que hasta los más poderosos sentían que algo estaba por encima de ellos y debían rendirle cuentas.

Allí recibió el reconocimiento el actual presidente de la Comisión, un ente que tampoco ha sido elegido por los ciudadanos y que toma decisiones para su propia supervivencia pero que, sin embargo, es signo de la voluntad de los europeos por vivir unidos y en paz. Esa finalidad es un anhelo largamente acariciado desde los tiempos de Carlos I de España y V de Alemania, en curiosa fusión de lo que hoy nos parece tan lejano: España y Alemania.

No nos obligan las armas ni la amenaza y ese factor debiera hacernos tomar conciencia de lo importante que es permanecer juntos. También a Cataluña y a los obnubilados por deseos de rupturas innecesarias. Lo decía Durao Barroso en su discurso. Europa vive el riesgo de la guerra, aunque ahora nos parezca tan lejano. No de las guerras de religión de tiempos de los Hagsburgo sino de las de hoy, como las vistas en Bosnia o en Kosovo. O fruto de los nacionalismos exacerbados del siglo XXI, no del XVI.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.