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María José Pou

iPou 3.0

Aparcado en el hospital

En tiempos de operaciones sin hospitalización o de tratamientos domiciliarios, el presidente de Canarias, Paulino Rivero, ha dado un golpe en las conciencias de todos. No sé si pretendía culpar a las familias, al gobierno central o a la sociedad entera, pero descolgarse diciendo que hay 400 personas en las islas con el alta médica pero que continúan en el hospital porque nadie va a por ellos resulta escalofriante.

Su primera explicación fue peor aún que el propio dato. Dijo Rivero que era “una cuestión cultural”. Luego llegó su consejera y rectificó, pero una, que es de natural desconfiada, no deja de pensar qué quería decir el presidente.

Será que soy muy sensible por lo que se refiere al maltrato hacia mayores y dependientes pero no recoger a un familiar recuperado cuando ya no tiene que seguir hospitalizado no cabe en mi mentalidad. Bien es verdad que no cabe porque, gracias a Dios, tengo recursos para mantener a quien está a mi cargo pero pienso en quienes se ven con el agua al cuello en tiempo y dinero y me pregunto si puedo ser tan tajante en el juicio. Es cierto que conozco a personas sin apenas ingresos que no por ello dejan a su suerte a los progenitores incapacitados pero ¿qué hacer cuando necesitan tratamientos específicos o ingresar en un centro determinado y la familia no está en condiciones de garantizarlo?

Sin entrar a juzgar las motivaciones de cada cual, lo único indiscutible es que esas personas y esas familias necesitan más atención por parte de las autoridades que muchos otros. Y que, sin embargo, aún estamos pendientes de desarrollar y dotar una Ley de Dependencia que debería ocupar el primero o segundo puesto en el ranking de prioridades gubernamentales y que, por el contrario, no lo hace. Una sola persona dejada en un hospital habiéndose repuesto de una rotura de cadera o de una neumonía es una vergüenza para toda la sociedad, sean cuales sean las razones de sus allegados o no existiendo estos. Si ya es duro el paso por el hospital, el daño psicológico que se le puede producir a personas en situación de máxima fragilidad es enorme. Si hay personas en riesgo de exclusión, también las hay en riesgo de rotura interior. Ellas ni siquiera sueñan con el Estado de Bienestar, simplemente se conforman con estar para alguien.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.