Creía que la película de Scorsese iba a ser, por fin, una crítica descarnada de Wall Street y sus excesos. En efecto, hay crítica. Hay desenfreno, drogas, sexo, desprecio por el ser humano, abusos y censura al culto de Baal. Sin embargo, todo se focaliza en una persona, el personaje de Di Caprio, y en un grupo sectario que actúa como si de una iglesia radical se tratara, incluida la adoración ciega al líder, los rituales primitivos y una causa común. En este caso, ganar dinero.
Solo hay una velada crítica al sistema pero no va al fondo. Ni siquiera cuestiona que el paradigma del americano buscador de oro tenga siempre un mal final. Al contrario. Hay moraleja pero ahonda en la que siempre muestra Hollywood, en el self-made man, el hombre hecho a sí mismo, capaz de enriquecerse. América sigue siendo la tierra de las oportunidades donde ganar dinero es algo legítimo si se destina a una buena causa que puede ser ayudar a una madre soltera con el hijo o a superar un complejo de “ser la última mierda” (sic) como le dicen al protagonista al comienzo de su carrera.
En ningún momento se pone en duda ese afán por el oro; el problema es superar los límites legales, no el amor al dinero. No hay apenas cuestionamiento moral por la acumulación de riquezas que es, en realidad, lo que nos ha llevado al desastre. Y no ha sido un especulador aislado y avaricioso sino toda una generación que ha pretendido aproximarse a los modelos que se nos han ofrecido. Algunos han pretendido vivir como ricos y otros, vivir con deudas sin tener recursos para asegurar el pago. Mientras, ha habido un sistema, alentado por la autoridades, que sostenía esa creencia. Sin embargo, Scorsese no busca molestar a esos buitres políticos y económicos. Al contrario, las autoridades están representadas en la película por el FBI y la Justicia que persiguen al malo, le dan caza y le hacen pagar por sus delitos. El Estado contra Jordan Belfort. Y la banca suiza, engordando con el crimen.
Lo de Scorsese es un gran espectáculo. Esto lo coge Haneke y hace otra cosa. No sé si mejor o peor, pero otra cosa. De ésas que algunos preferimos.