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María José Pou

iPou 3.0

El topillo y la rapaz

Hace cuatro o cinco años, nos despertamos con una terrible plaga de topillos en los campos castellanos. No era la primera ni fue la última pero aquella parecía una maldición divina contra el faraón en tiempos de Moisés. Los topillos destrozaban las cosechas y parecían irrefrenables.

Me recuerda a aquello, la labor de zapa que está haciendo el topo de la Generalitat filtrando documentos y, sobre todo, inquietando a los dirigentes populares con sus riesgos añadidos. Sin embargo, la lucha contra el topo local parece tan ardua como la vivida en Castilla en 2009. Decían entonces las autoridades que una de las causas de la proliferación de topillos era la disminución de la población de rapaces y solo de pensarlo viendo los intentos por descubrir al topo que hay en estos días en la Generalitat, me da terror que “fichen” a ese cuervo que el domingo atrapó en vuelo la paloma de la paz liberada por el papa Francisco tras el ángelus. O un águila de ésas ociosas del aeropuerto de Castellón que deben de estar echando tripa de puro holgazaneo. ¡Qué mejor que soltarla por la calle Caballeros a ver qué encuentra!

En cualquier caso, la buena política no es sentirse abrumado por la plaga de topillos y pretender exterminarlos a todos, una vez que se han reproducido y han campado a sus anchas por sembrados y veredas. Como bien saben por Castilla, la única medida efectiva es la prevención, no en vano acaban de reunirse, hace una semana, el presidente de la Diputación de Valladolid, la viceconsejera de la Junta y 40 alcaldes de la provincia para coordinar medidas que acaben con el problema antes de que surja.

Sin esas anticipaciones no se puede luchar contra una plaga, sea de topos, topillos o mosquitos tigre. Eso significa trabajar todo el año para evitar que surjan. En términos políticos no quiere decir desinfectar sino evitar los secretos, las malas praxis y las fumigaciones que inviten a la vendetta. En una palabra, ser transparente, honesto y leal con los funcionarios y técnicos. Solo así se evitan tentaciones. Al menos, la mayoría de ellas. Y, sobre todo, las justificaciones que las hacen perdonables.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.