He de admitir que me subyugan los personajes que siempre se mantienen; se hunden pero vuelven a salir; parecen olvidados pero, de pronto, destacan por encima de los demás. Son admirables. Algunos son los típicos “corchos” que flotan y flotan a costa de llevar el mismo peinado que el jefe; tomar su mismo café e incluso conducir su mismo coche. Los he visto cambiar de vehículo cada cuatro años o menos; no es licencia poética.
Otros, en cambio, son honestos pero tienen querencia al sillón y dedican todos sus esfuerzos en mantenerse. No pisan al enemigo, pero no dejan destacar a nadie; no se aprovechan del trabajo ajeno, pero se preocupan más por seguir en el mismo sitio que por el servicio que su puesto exige.
Los hay, por último, que se mimetizan tanto con el cargo que no se imaginan sin él. En ese grupo, disculpo a los mayores que, habiendo pasado toda una vida en el mismo negociado, se morirían de pena si lo dejaran. Como los señores que no aguantan la jubilación y fallecen de puro aburrimiento en cuanto dejan de trabajar.
No sé en qué grupo encaja Rita Barberá pero, como en todo, creo que es un personaje especial. Me tiene asombrada su capacidad de recuperación después de estar apagada y fuera de cobertura, según sus críticos. En la Convención de este fin de semana, Rita estaba supervitaminada y mineralizada. Era una de las almas máter. Bien es verdad que se lo gana a pulso. Escuchando su mensaje impregnado de marianismo diríase que comparte las “eles” del escudo de la ciudad, doblemente leal. Lo fue cuando lo defendió frente a una buena parte del partido que lo quería fuera por perder de nuevo las elecciones y lo sigue siendo ahora cuando algunos lo abandonan por sentirse traicionados por el líder. Ella sigue ahí. Lo defiende y lo mima. No es extraño, pues, que en Génova piensen en ella.
Supongo que habrá quien lo reproche porque prefiera un chinche capaz de poner en aprietos al gobierno central a favor del local pero a mí me admira la lealtad en momentos de zozobra. Puede ser un comportamiento suicida o, por el contrario, calculador. De momento siguen confiando en ella. O sea, no yerra.