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María José Pou

iPou 3.0

El papamoscas

Decía el vicepresidente de la AVL que las críticas hacia el diccionario eran fruto de la ignorancia. Yo más bien diría que de la campaña para las europeas, las africanas y todas las que puedan venir. De ignorancia tampoco andamos escasos en esta tierra, pero a veces no es la falta de conocimientos lo que impele a alguien a hacer afirmaciones contra toda lógica sino el componente ideológico que enmudece, empaña la mente y nubla la vista. En este caso es evidente toda vez que no son los lingüistas ni los hablantes quienes se quejan del diccionario de marras sino los políticos.

No voy a entrar en el debate de fondo o acabaré reivindicando que el castellano viene del latín lo que sería derrochar una columna en balde pues ya lo sabemos todos. El problema de la AVL es que resulta inoportuna en tiempos de conquistas de los pendones catalanes. Esta plaza no quiere rendirse y aceptar pulpo como animal de compañía sería bajar el puente levadizo para que entrara el caballo de Troya. Sea griego o macedonio. Parece amigable pero, cuando cae la noche, se hace fuerte y derrota a los dueños del lugar.

Lo que me preocuparía de verdad sería otra demostración de fuerza en el uso del papamoscas. Ya sabemos que funciona y que lo hace con cierta torpeza pero con eficacia, salvo que aparezca un Paco Telefunken que se niegue a arrastrar el diccionario hasta la Bebelplatz. Sería triste y estratégicamente erróneo que suprimieran otra entidad incómoda, aunque tuvieran razón, no por esta última aportación sino por la necesidad de que nuestros propios académicos nos recuerden lo que resulta tan inconveniente aceptar. Otro acto como aquel y las huestes enemigas se movilizarán, pero aún lo harán más los tracios contra Roma. La última vez no reportó tantos beneficios como se esperaba, salvo que estos se redujeran a la activación de la izquierda más radical. Tal vez sea eso lo que conviene. A una servidora le parecen cosas de otra época que poco tienen que ver con las necesidades actuales de los valencianos. Nos distraerán, sin duda, pero no reducirán el déficit ni el agujero de la financiación ni el olvido del bien común.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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