No es que esté en contra de San Valentín. Admito que exista una fecha cursi y ñoña para los amantes del empalago, pero ésta es demasiado artificial. Yo prefiero otras como el 9 de octubre para los valencianos o el 23 de abril, para los amantes de los libros. O sea, una en la que tenga sentido, historia, tradición y sobre todo en la que el regalo sea algo perecedero a ser posible fuera de los grandes centros comerciales. Regalar hoy en día un dulce, una rosa o un libro responde más al afecto que al valor del obsequio, por eso lo prefiero antes que un tontaina San Valentín que obligue a joyas, lencería o simplemente a hacer el idiota.
En cualquier caso, lo que más me fastidia es cómo el relato público mantiene el amor romántico como referencia, aunque sea rancio e irreal. El amor romántico es un invento de hace relativamente pocos siglos, de Garcilaso para acá y poco más. Está asentado en la creencia de que la relación amorosa es el paraíso terrenal porque satisface todos los deseos, desde los más básicos como el sexual hasta los más profundos como el necesitar ser amado. Sin embargo, deja a un lado el sentido profundo del amor que poco tiene que ver con una jornada aislada y cuantificable y mucho, con un día a día sin purpurina pero con paciencia y confianza.
El problema es que refuerza esa imagen que transmitimos a los más jóvenes desde la cuna con los cuentos de princesas arreboladas ante el príncipe azul. Cuando crecemos nos damos cuenta de que no existen ni príncipes ni perdices suficientes en el mundo para contentar a todos los que, por un segundo, creyeron que serían felices para siempre con el estilo de una cena romántica. Peor aún es que esos estereotipos mantengan los roles definidos y hagan someterse a la pareja. Lo pensaba el otro día leyendo las declaraciones de Shakira sobre Piqué. Decía que era territorial y celoso. Y supongo que lo decía presumiendo de ello. No conozco la relación pero dicho así me da mala espina. Entiendo que mi perro sea territorial y ladre al que pasa por la puerta pero que un hombre lo sea con una mujer no me suena bien. Ni aunque sea un príncipe “azul-grana”.