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María José Pou

iPou 3.0

La espita

Las imágenes de Kiev dan vértigo. Como lo hacen las de Siria o Egipto, con la salvedad de que, en esta ocasión, está ocurriendo en Europa. En todos los casos, da terror saber que sus gentes tenían una vida normal hasta que empezaron las protestas, los conflictos, los enfrentamientos y, en el caso sirio, la guerra civil. Parecen espacios y problemas lejanos. ¿Qué tiene que ver el país de Mubarak o de Al Asad con la España de hoy?

Nada. A Dios gracias. Es cierto que no son comparables ni las situaciones ni la realidad de cada país pero hay algo en todos esos estallidos que inquieta. Se trata de la creación de un caldo de cultivo de conflictividad social junto a un rechazo a la autoridad y una mala gestión del conflicto. El cóctel es explosivo. No hay más que verlo.

Lo que produce vértigo es saber que un desarrollo in crescendo de los comportamientos que atacan la convivencia puede llevar a cualquier país a la violencia descontrolada. Que la acumulación de paja y madera seca en un bosque no es peligrosa. Salvo que un día caiga un rayo y la convierta en un polvorín.

A veces contemplamos estas realidades desde la miopía de la espita que la hace saltar por los aires cuando lo que deberíamos hacer es vigilar que el terreno no esté abonado para la catástrofe. Lo sabemos bien en la Comunidad Valenciana: si los bosques y los cauces están limpios de maleza, el incendio o las lluvias torrenciales, aunque peligrosas, causarán menos estragos que si se ha dejado crecer incontroladamente.

Del mismo modo, una sociedad inquieta, descontenta y doliente, como lo son todas las que padecen la crisis, es un polvorín en potencia. Hay que cuidarlo, vigilar su evolución y atender a sus necesidades esenciales, erradicando cualquier utilización de la división y el conflicto en aras de un interés particular. Eso es lo que procuró ayer el Congreso mostrando unidad frente a los separatismos que fraccionan a la sociedad. El siguiente paso es desactivar el conflicto y ofrecer oportunidades para que no nazcan más. Siria, Egipto o Ucrania son lecciones. Nos enseñan a retomar el diálogo tantas veces como sea necesario.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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