La mitad del trabajo de los jueces que investigan corruptelas en España consiste en demostrar quiénes son los que aparecen anotados en los papeles que comprometen: si “PAC” es Álvarez Cáscos, si “Roger Rabbit” es Blasco o si “Luis, el Cabrón” (sic) es Bárcenas, tal y como ahora está en disputa por la negativa del juez Ruz a que declaren dos policías al respecto.
Cada caso judicial tiene su propia tabla de códigos que ayuda a situar a los implicados, a vincularlos a los hechos o a exculparlos de ellos. Lo que llama la atención es la obviedad de algunos apodos y la evidencia de algunas iniciales. ¿No pensaban en algún momento quienes se metían en estas triquiñuelas que alguien podía enterarse y echar por tierra todo lo avanzado? Hasta los niños cuando juegan tienen más imaginación. ¿Qué es eso de poner L.B. cuando uno quiere decir Luis Bárcenas, por ejemplo? ¿Por qué no echarle un poco de salero y anotar “Chema el cantamañanas”? Hay que ser muy listo para entender que Chema el cantamañanas es Luis el tesorero. Mucho Cluedo tiene que llevar el juez a sus espaldas para salir de esto con éxito.
Por eso, siempre he pensado que un amigo mío sería el “codificador” ideal de cualquier choricero habitual. Lástima que sea honesto. Tiene una capacidad innata para cambiar los nombres de las personas con claves que solo él conoce. Por ejemplo, a uno que se llama Enrique, él lo llama Hipólito. ¿Por qué? Ah, jamás lo sabremos, pero es eficaz. Lo curioso de su caso es que no es una elección aleatoria. Siempre lo llama Hipólito hasta el punto de que los amigos le preguntamos directamente por Hipólito y nos cuesta recuperar el nombre original. Nuestras conversaciones con él están cuajadas de una miríada de personajes de ficción que no son tales pero lo parecen: Hipólito, Gandueña o Shakira son nombres imposibles de relacionar con los reales ni con toda la Audiencia Nacional jugando al Mastermind. Los corruptos tendrían una joya con él pues nunca un juez podría saber de quién habla. El riesgo es que, llegado el momento de repartir las cuentas en Suiza, él tampoco recordara quién es realmente Hipólito.