Dicen los que la defienden que la T.I.A. ha hecho grandes servicios a España. La T.I.A. no es ni la prima de su padre ni la hermana de su madre. No se preocupe. Es la agrupación de Técnicos de Investigación Aeroterráquea. Dicho así es posible que no termine de ubicarla pero si le digo que es la organización a la que pertenecen Mortadelo y Filemón ya entenderá por qué resulta tan importante en la lucha contra el mal. Es nuestra C.I.A. en gloriosa adaptación del dibujante Francisco Ibáñez, una gran maestro del cómic español.
Si hablamos ahora de ella es porque hay una iniciativa puesta en marcha desde ayer para concederle la Medalla al mérito policial. No pretende reconocer los esfuerzos de Ibáñez por mostrar una policía siempre dispuesta a luchar contra el crimen con todos los medios a su alcance, incluidos dos botarates torpes y camaleónicos como los protagonistas del tebeo español más perdurable. Es una chanza contra el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, por otorgar a la Virgen del Amor la máxima distinción de la Policía.
Si solo añado eso puede parecer que el ministro no tiene nada mejor que hacer que incluir las ayudas celestiales entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Habrá quien lo defienda. Desde Covadonga hasta la fecha, España, para muchos, ha estado protegida por la Santina y por todas las advocaciones que en la piel de toro existen. Sin embargo, la noticia no es tan simplona. Lo que hizo el ministro es agradecer a través de ese reconocimiento la colaboración en Semana Santa de una cofradía malagueña en honor a Jesús y María Santísima del Amor. Sacada, pues, de contexto, la broma crece y desmerece no solo al ministro por su decisión sino a la propia Virgen. No es la primera vez que un ministro de Rajoy encomienda su tarea a la Virgen. Lo hizo también Fátima Báñez y se ganó la misma ristra de improperios y bromas de mal gusto.
Yo entiendo la convicción de esa protección mariana sobre España pero no puedo por menos que pedir a los ministros que se abstengan de poner a la Virgen a los pies de los caballos. No hay necesidad y aviva comportamientos decimonónicos.