Si un novio le dice a la novia que haberse encontrado con la ex en un pub y haberse tomado una copa juntos es fruto de una coincidencia y no de un pacto previo, es muy posible que la novia no se lo crea. O, cuanto menos, que le sepa a cuerno quemado, se quede un poco mosca y no se fíe en adelante de las coincidencias, sorpresas y encuentros casuales de su novio.
Sin embargo, en el ámbito político los partidos son capaces de decir cosas así tan tranquilos, esperando que todos los demás se lo crean. Eso ocurrió el otro día con unas declaraciones de Soraya Rodríguez al preguntarle por el papelón del PSOE en Navarra. Los socialistas de Madrid saben que los pactos con Bildu o con cualquier formación próxima a ETA tienen muy mala prensa. No hay quien los acepte de buen grado salvo los abertzales y pueden lastrar la imagen del partido durante los próximos años. Por eso Soraya Rodríguez salió con esa frase maravillosa de una sutileza propia de Richelieu con medio tirabuzón y doble mortal hacia atrás: “coincidir en una votación no es pactar con Bildu”.
Coincidir, decía Soraya. Es entrañable. No votan juntos pero llegan a la misma conclusión. Como el novio a la novia: yo no quedo con mi ex, es que me la encontré.
Aquí en Valencia, hemos visto un caso similar con Compromís. Amaiur presentó una propuesta en el Congreso para auditar empresas con la sospecha de que la creación de riqueza va unida al fraude fiscal. Es la antítesis de Max Weber y su convicción de que la ética protestante era la base del capitalismo. Aquí la riqueza no es señal de que uno se salva sino de que es pecador. Sin embargo, lo llamativo es el apoyo de Compromís. Dirán que no pactan con los amigos de ETA sino que coinciden, lo cual resulta mucho más preocupante. El pacto puede no incluir una convicción sino un interés, reprobable pero comprensible. La coincidencia supone una afinidad de principios, más profunda, menos volátil y, por tanto, más inquietante. Quizás a la novia lo que le preocupe no es que su novio se encuentre con una ex en un bar sino que, en lugar de estar incómodo, esté tan a gusto que se tome un copa o dos.