Cuando salió elegida Catherine Ashton para dirigir la diplomacia europea me alegré con moderación, a pesar de las voces críticas. Al menos, era una mujer en uno de los puestos clave de la Unión. La política exterior no es un cargo “florero” y mucho menos en organismos o entidades internacionales. Sin embargo, verla ayer reunida con el líder iraní, Hasan Rohaní, con la cabeza cubierta me ha desconcertado. ¿Hizo bien Ashton en ceder a esa imposición de tipo religioso?
Que el hecho haya coincidido casi en el tiempo con el Día de la Mujer Trabajadora, una fecha celebrada en España este año con un marcadísimo acento antirreligioso tampoco ayuda a ver la imagen con serenidad. No sé qué dirán las feministas europeas pero particularmente me molestó.
Entiendo que de otro modo no hubiera sido recibida por Rohaní; que la diplomacia tiene sus reglas y que cuida, como pocos, el respeto a las costumbres foráneas. De hecho, el quehacer del diplomático es tratar de arreglar con la palabra, la negociación y el entendimiento los conflictos internacionales y no crear más todavía ofendiendo a un pueblo o a otro.
La cuestión es cómo se presenta Europa ante un contexto islámico exacerbado como el iraní –es una teocracia- si cede a la presión que obliga a las mujeres a cubrirse. Es como si a una diplomática iraní –no suele haber muchas mujeres en este terreno por esos lares, todo hay que decirlo- la obligaran a descubrirse la cabeza para una audiencia con el rey Juan Carlos. No sería oportuno por mucho que la mujer española vaya sin velo. Al menos, puede elegir hacerlo y en Irán, no.
Es difícil señalar límites, como vemos cada vez que emerge el debate sobre el velo islámico. Posiblemente son necesarios, pero resulta frustrante para una mujer occidental ver a su representante aceptar una norma que está coartando la libertad de tantas y tantas mujeres en Próximo Oriente y que se ha convertido en el símbolo de su opresión y su reducción a una “segunda división” social, cuando no a una tercera. Mirándolo en positivo, al menos Rohaní ha tenido que tratar con una mujer. Eso ya es un paso. Aunque aquí nos parezca ínfimo.