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María José Pou

iPou 3.0

Sin negocio

Siempre creímos que eran leyendas urbanas, que esas cosas no pueden pasar y que resultaba demasiado grotesco para ser verdad. Sin embargo, esta semana hemos sabido que no. Que a veces pasa. Que hay gente sin escrúpulos hasta ese punto. Que existe el tráfico de órganos. Con una matización y un límite. La matización es que, aunque ha estado a punto de ocurrir en Valencia, no ha sucedido, al contrario, el sistema se ha puesto a prueba y hemos comprobado que funciona de tal forma que no es posible cometer la atrocidad. El límite, que las leyendas urbanas hablan de robo de órganos y no de compra-venta pero la separación es demasiado fina como para distinguir uno de otra. ¿Es voluntario y consciente quien, ahogado por su situación, no encuentra otra salida que la venta de su órganos?

La historia tiene todos los componentes del escalofrío: un rico que necesita un trasplante, una red de familiares y amigos dispuestos a buscarle donante y un grupo de inmigrantes en situación extrema que ven el cielo abierto a cambio de un pedazo de su cuerpo. El elemento que falta para el clásico thriller de la venta de órganos es el negocio. Si hay transacción de por medio, es fácil que pronto aparezca el intermediario para beneficiarse y, si éste aparece, el acto de desesperación, intolerable aunque lógico, se transforma en un negocio. Ahí es donde entra el factor más morboso de la leyenda: en la explotación intensiva del ser humano hasta lograr exprimirle incluso post mortem o, lo que es peor, acelerando ésta para multiplicar la recaudación. Eso es lo que a veces circula respecto a ajusticiados en China o desaparecidos en Latinoamérica.

En nuestro caso el temor es el inmigrante no reclamado, no conocido e incluso no fichado por la policía. Son personas que, a todos los efectos, no existen. Al menos, en nuestro país. Seguramente en el suyo haya gente que le recuerde pero desconoce su suerte y no dispone de medios para averiguar cómo está. Por eso es tan necesario el protocolo que evita la tentación de convertir un acto generoso en negocio. Tal vez sea de las pocas transacciones que, hoy por hoy, aún son altruistas.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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