Cada vez me desencanto más de manifestaciones y protestas. No es porque no haya motivo, que los hay, sino porque sus convocatorias no me convencen. Cuando gobiernan unos, protestan los otros y cuando son estos quienes ocupan el poder, son sus contrarios quienes llenan las calles. Así, solo me mueven aquellas iniciativas que aúnan a gentes situadas en distintos puntos del espectro ideológico por una causa común, sea contra el terrorismo o a favor de un colectivo desfavorecido. El éxito de una marcha no es el número de asistentes sino su diversidad. Conseguir reunir a gentes de uno y otro signo es la demostración de que el motivo está muy por encima de los intereses particulares.
No es eso lo que suelo ver en la mayoría de convocatorias que llenan nuestras calles y no será porque sea escaso su número. Es cierto que uno se puede sumar a la protesta de un grupo, aunque no pertenezca ni simpatice con él, sin embargo, el problema está en la utilización política de esa protesta. La mezcla de causas, la presencia de banderas, la focalización en un partido o en otro son síntomas de que esa protesta responde a una finalidad política que va más allá de la reivindicación concreta. Por ejemplo, la bandera republicana puede ser una invitación a abandonar la manifestación para mucha gente que, sintiéndose próxima a la finalidad de la protesta, sin embargo no comparte ese elemento ni quiere ser utilizada para exigir algo que no está incluido en el lema de la jornada.
Pocos dejaríamos de sumarnos a una protesta convocada bajo la referencia de la “dignidad” como las marchas que ayer llegaron a Madrid, ahora bien, la defensa de la dignidad no acaba en mover la silla del PP. Posiblemente requiera “mover el sistema”, no derribarlo, desde una reflexión necesaria y una revisión de sus defectos. El caos no es una alternativa razonable a un sistema que ya no sirve. El problema es que los modos de actuar de quien se queja y de quien recibe la queja no permiten avanzar. Necesitamos construir una sociedad más justa e igualitaria, pero no basta con decir “abajo la troika”. Y después de la troika ¿qué? Esa es la cuestión.