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María José Pou

iPou 3.0

Tempus fugit

Será que soy de Russafa o que mato por el turrón y el arnadí pero a mí no me importaría ser súbdita de Zayyan si viniera reencarnado a poner sus dinares al servicio de Valencia. Entiendo que haya quien, como Alfonso Rus, quiera mantener lo valenciano lejos de las manos del “moro” pero si las medicinas de mi madre vuelven a ser gratuitas con dinero califal, yo no me opondría. Es más, quizás hasta aprendería la danza del vientre para agasajar al Mustafá de turno en su visita a las tierras conquistadas.

Habrá quien me acuse de venderme por un plato de lentejas. Pero no. Lentejas aún podemos comer. De hecho es de las pocas cosas que aun pueden comer los que cobran 300 euros de pensión; los que tienen 200 para gastos después de pagar hipoteca, luz, agua y contribución o los que hacen malabares para dar de comer a hermana, cuñado y tres sobrinos, aparte de los propios churumbeles, con apenas unos chavos de mileurista. No me vendo, no. Me regalo. Y lo hago porque los valencianos vivimos al límite, sin dinero privado ni público para casi nada. Cuando protestamos, nos dicen que es un problema de la financiación autonómica y cuando lo reclaman nuestros dirigentes les dicen que “tiempo habrá”, como dijo ayer Rajoy.

La frase no puede ser más reveladora. El “tempo” de los políticos no tiene nada que ver con el de la calle. Para ellos no hay más ritmo que el marcado por las convocatorias electorales. Las elecciones son su mejor metrónomo, ese aparato que indica el compás a los músicos. En cambio, el tiempo ciudadano tiene otra dimensión. La de cada día.

No podemos decir a un dependiente que “tiempo habrá” de otorgarle la ayuda que necesita. Ni a un enfermo que requiere una operación para la que ha sido citado dentro de seis meses mientras rabia de dolor a diario que ya llegará el día. Ellos no tienen tiempo. Necesitan una solución ahora, no cuando pasen las elecciones. Mientras tanto, el PP de la Comunidad Valenciana aplaude a Rajoy cuando pide tiempo muerto desde la banda. Cuando quieran darse cuenta, no tendrán tiempo de recuperar el apoyo electoral. Tempus fugit, decía el clásico. Y no se equivocaba.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.