Escuchando ayer a algunos líderes en el Congreso durante el debate sobre el referéndum catalán, daba la sensación de que, por mucha literatura que le echaran, el problema último era la financiación autonómica, o sea, el bolsillo. Marta Rivera, componente del triunvirato que acudió a presentar la propuesta del Parlament, hizo un discurso bucólico al que solo le faltaba de fondo la “Pastoral” de Beethoven, para decir que no tienen recursos con los que pagar a su gente, que “el país –dijo- se nos derrite entre las manos”. Por un momento pensé que es la independencia y no los sacramentos los que conceden la gracia divina, tal era su exaltación de lo pobres que les hace España y lo ricos y poderosos que serían fuera de ella. Otro de los enviados del Parlament, Joan Herrera, optó por un discurso igualmente demagógico pero más beligerante. Para él, el problema es que España esté en manos de los bancos porque así entienden la soberanía quienes reclaman respeto para ella a los independentistas; “quien rompe España es quien rescata bancos y abandona a gente”, exclamó. Eso no es romper España, en todo caso es romper “le palle”, como dirían los italianos, a los españoles.
No se quedaron atrás Rajoy ni Rubalcaba. El primero animó a que se le planteara cualquier cosa antes que la celebración de un referéndum; se refirió, bendita casualidad, a la financiación autonómica, aunque en Valencia se negara a hablar del particular. Cuando le tocó el turno al segundo, también indicó que “la crisis está en el fondo de la tensión territorial de nuestro país” tras lo cual acusó a los catalanistas de hacer un discurso “insolidario y sin ningún fundamento económico”. Y justo entonces apareció de nuevo la referencia: “pueden pedir una revisión de la financiación pero no es tolerable que en Cataluña se diga “España nos roba”. Frente a todo eso, en Valencia hemos lloriqueado, hemos pedido hablar y hemos planteado la urgencia de un debate sobre el modelo de financiación que nos está ahogando. Pero no hemos conseguido nada. No sé si porque no decimos “España nos roba” o porque hemos consentido que parezca cierto lo contrario.