Yo los subastaría. Ya sé que la providencia del juez considera “antieconómica” la fórmula pero evitaría problemas. Hablo de los trajes que la red Gürtel regaló a Rafael Betoret y que se encuentran a disposición de la Justicia. La decisión judicial de ayer es que sean entregados a una organización de caridad depositándolos en un contenedor como si fueran las blusas que dejé yo el otro día de lo aburrida que me tenían. No es igual. No quiero decir que mis blusas fueran feas o de baratillo. ¡Que bien bonitas que eran cuando las compré! Pero una se cansa de verlas, de ponérselas y, qué quieren que les diga, sobre todo de plancharlas. Así que se fueron al contenedor con la ilusión de que alguien pueda utilizarlas para la comunión del niño o la boda de una prima.
Sin embargo, en el caso de los trajes de Betoret no acabo de verlo. Por un lado, está el riesgo de que alguno, sabiendo dónde los dejan, quiera lucrarse de forma especial. A veces hemos visto cómo hay quienes sacan ropa de los contenedores para revenderla así que puedo imaginarme lo goloso que sería para ellos hacer lo propio con un traje de sastrería cara de Madrid. Puestos a sacarle rédito al corte impecable, qué mejor que hacerlo las autoridades para entregárselo a los más necesitados.
Por otro lado está el propio riesgo de quien lo lleve puesto. Un traje caro llama la atención. Mis blusas también, tengo que decirlo, pero están dentro de las posibilidades de alguien con pocos recursos y voluntad de ahorro. En cambio un traje de marca y a medida no es tan fácil de explicar. ¿Y si se lo quieren robar? ¿Y si creen que tiene más dinero en casa?
Mi esperanza radica en que caiga en manos de quien necesite un traje de boda. Si sobrevivir es caro, el dispendio por una celebración es terrible y parece imposible cuando la prioridad es comer. Por eso me alegra que esos trajes puedan aliviar la angustia de quien no sabe cómo dar una alegría a la niña por su Comunión o a la pareja con una boda de ensueño. Si Gürtel contribuyó a un agujero por el que recortan en becas y bonos-comedor, bien está que ayude a sus damnificados. Es un acto de justicia.