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María José Pou

iPou 3.0

La primera historia

Aprendí a leer con poetas. Espronceda, San Juan de la Cruz o Gabriel y Galán. Cosas de la biblioteca familiar que era lo que tenía a mano. Sin embargo, me hice lectora empedernida más tarde, ya con mis ahorros y mis elecciones sobre los libros que quería. Entre ellos, hubo dos autores que me introdujeron en las grandes historias: Eduardo Mendoza y Gabriel García Márquez. “La verdad sobre el caso Savolta” y “La ciudad de los prodigios”, en el caso del primero, y “Cien años de soledad” y “El amor en los tiempos del cólera”, en el segundo. Luego vinieron muchos más: Vargas Llosa, Julio Cortázar y Borges, solo en Latinoamérica. Kafka, Dostoievski y Umberto Eco aquí en Europa.

Cuando pienso en aquellos años de descubrimiento, de reconocimiento y de inmersión en lo mejor de la escritura, tras horas y horas sacando libros de la biblioteca de la calle del Hospital y devorándolos en casa como quien abre un tesoro, siento el vértigo del anciano que desconfía del presente. ¿Habrá otra generación como aquella? ¿Como ésta que se nos va y de la que solo quedan Vargas Llosa y alguno más, tras la muerte de Gabo? La razón me dice que sí. Que no solo una sino muchas, aunque no las veamos, o sea, no las leamos. Sin embargo, el corazón se resiste a compararlas. Posiblemente lo hace porque, por grande que sea el talento de los que vengan detrás, la experiencia es irrepetible. Falta el asombro y el gusto por la palabra de las primeras veces. De ese momento adolescente en el que los profesores mandan leer “La Regenta” o “Madame Bobary” y una se descubre trasnochando de puro deleite con sus historias, ajena a obligaciones y “deberes”. Y hoy, profundamente agradecida por haber “sufrido” tamaño “castigo”. Vendrán otros pero la tierra ya no será virgen, sedienta de rocío y de tormentas a partes iguales. Habrá sido labrada muchas veces. Dará su fruto. Agradecerá la nueva siembra. Pero no vivirá otra vez la explosión de la primera cosecha. De la primera semilla que hizo nacer, para siempre, el amor por la literatura, por el lenguaje y por la imaginación. Haber sido capaz de eso convierte a García Márquez en eterno.

Temas

literatura

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.