“No hay ninguna razón por la que España no pudiera ser una potencia cultural”, lo decía ayer en una entrevista Tamara Rojo, directora del English National Ballet. Cuando lo leí me llamó la atención el verbo en subjuntivo, no en presente de indicativo.
Es cierto que ella se refería a una pregunta que comparaba nuestro país con otros destinos culturales como Londres. En España no hay una oferta cultural como en la capital del Reino Unido pero puede considerarse una potencia sin ningún tipo de complejo. Y cuando lo pienso no me refiero solo a la fuerza de las actividades previstas en Toledo con motivo del centenario del Greco; en Ávila, con el de Santa Teresa o en Zaragoza y Cartagena, con motivo de bimilenario del emperador Augusto.
Pienso en la Comunidad Valenciana y en su potencial creativo. Un lector podría pasar un año leyendo de libro en libro y todos ellos escritos por valencianos de primera fila. Carmen Amoraga, con el Premio Nadal; Lucía Boscá, con el Poesía Joven Félix Grande; Màxim Huerta, con el Primavera de Novela o Rafael Chirbes, con el Premio Francisco Umbral. Eso por no hablar de los que firman en estas mismas páginas, Santiago Posteguillo, Marta Querol y el recién llegado que parece un consagrado Ramón Palomar. Al dominio de la pluma hay que añadir el virtuosismo musical, el pictórico o el teatral. ¿Acaso no es la Comunidad Valenciana una tierra de talento? Lo es y mucho. Por eso no caben ya más autoflagelaciones y lamentos.
Somos potencia cultural y hay que reivindicarlo. No es justo reducir la capacidad creativa de los valencianos al nombre de un arquitecto grandioso y asociado a épocas de megalomanías. La cultura se hace, casi siempre, a oscuras, a solas y a pan y agua. Por supuesto, también los Medici o los papas renacentistas encargaron grandes obras para presumir de poder y riqueza. Gracias a esa vanidad tenemos hoy a un Miguel Ángel sin ir más lejos. Pero ese mecenazgo llega a cuatro. El resto, el grueso de la creatividad, ha de buscar la forma de subsistir para dar a luz su obra. De eso debemos preocuparnos. La crisis ahoga al creador pero no extirpa su talento.