Zapatero es como una carcasa de un castillo fallero: luce espléndida durante un segundo pero desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Para algunos, incluso, ni siquiera habrá llegado a ser espléndida, pero para sus correligionarios, al parecer, sí lo fue hace diez años. Diez años se cumplen de la llegada de Zapatero al gobierno. Diez años en los que lo hemos visto ascender, hacer política sectaria presentándose con la capa de supermán y terminar por perder cuando Europa le exigió no perjudicar al resto de países miembros con sus nubes de algodón.
Hace una década no éramos capaces de medir lo que podía dar de sí la demagogia. La sabíamos presente en la vida política y mediática pero nunca elevada a la categoría de programa de gobierno. Con él lo aprendimos. Lástima de crisis económica que puso en evidencia tanta fantasía. Tal vez en época de bonanza hubiera tenido más recorrido.
Se le reprochaba entonces a un bisoño líder socialista que no supiera qué significaba gobernar porque no lo había hecho nunca. Era cierto. De hecho pecó de irresponsable como quien juega a ser presidente y cree que puede ignorar las relaciones diplomáticas con Estados Unidos o el peso de la Iglesia católica en España. Lo curioso, en su caso, es que resulta todavía incierto que, pasada una década, haya aprendido lo suficiente como para gobernar con sentido de Estado. Parece que al final lo consiguió pero ese sentido de realidad le hizo fracasar en las urnas, lo que demuestra que su baza más importante era el bluf que significaba su imagen de marca perfecta para los publicitarios.
Ahora el PSOE lo quiere recuperar para la campaña europea. No puede haber mejor barómetro para medir la incapacidad de los socialistas por presentar un discurso renovado y realista. Si Elena Valenciano desempolva a Zapatero, demuestra la falta de un programa propio y la opción por una vuelta de tuerca a la demagogia más conocida. Lo fue su llamada a la “troika social”. Es cierto que hace falta otra cosa en Europa, pero que sean los sindicatos y la patronal quienes lo apunten es mala señal. Al menos que sean estos sindicatos y esta patronal.