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María José Pou

iPou 3.0

Las niñas nigerianas

De pronto nos creímos que todo se solucionaba con Internet. En cuanto vimos la ocasión de sentirnos solidarios con un solo clic, las cosas se simplificaron mucho. No solo porque resulta económico – en tiempo y esfuerzo- sino también porque nos retrata delante de los demás. Defender una campaña en Internet es lograr un lavado de imagen con una sola foto. La nuestra, portando un papel que pida la vuelta de las niñas nigerianas. O la protección de los niños sirios. O contra el sacrificio de los perros abandonados. La cuestión es que presumimos de solidarios sin molestarnos ni siquiera en levantarnos del sofá.

Incluso hemos llegado a creer que es efectivo ese “enorme” gesto. Sin duda lo es, pero solo a veces. Cuando se quiere lograr algo de un político local, por ejemplo. Hay quien se acobarda mucho ante lo que se llama “la presión de las redes sociales” y procura no exponerse o, cuando ocurre, salir del escenario lo más rápidamente posible. Eso significa ceder.

Sin embargo, no parece que las redes tengan tanto efecto entre los terroristas salvajes que han secuestrado a 200 niñas en Nigeria. Es más, diríase que puede tener el efecto contrario, esto es, que les justifique, les retroalimente y les haga sentirse protagonistas en el mundo global. Si así fuera, y nada hace pensar que no suceda, los miles de clics y de fotos habrían servido para el objetivo opuesto al que se destinaban. Podemos estar creando monstruos con la dichosa manía de sumarnos, a veces tan hipócritamente, a toda campaña que nos ponen delante. Todo con tal de hacernos el “selfie” que imita a personajes famosos ya sea Michelle Obama o Asthon Kurcher.

Hace un mes, muchos de nosotros ni siquiera habíamos oído hablar de Boko Haram, el grupo que retiene a las niñas. Sabíamos de Al Qaeda y de que se presenta bajo distintas denominaciones según el contexto, pero las relacionábamos todas en un entorno común. Sin embargo, hay miles de grupos distintos, que hacen daño local y buscan impacto global. Como éste. Lo ha conseguido. Ahora, el mundo entero los conoce. Bravo. Se sentirán importantes. Y las niñas, mucho más desprotegidas.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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