Decía Borges que, aunque otros se jactaran de las páginas que habían escrito, él estaba orgulloso, sobre todo, de las que había leído. Y yo lo suscribo. Por eso presumo de haber sido una lectora empedernida de Mafalda y muchas otras tiras cómicas de Quino desde que lo conocí. Aprendí a leer con Espronceda pero aprendí a rebelarme con Mafalda.
Por entonces eran libros para niños o eso creían quienes nos los regalaban. Afortunadamente. Si hubieran sabido lo que era capaz de crear Mafalda en la mente de una niña protestona, quizás la hubieran cambiado por una edición ilustrada de Mujercitas. Así hemos llegado donde hemos llegado. Puedo decir, sin petulancia, que una servidora no escribiría lo que escribe si no hubiera conocido las historias de Mafalda, Susanita, Manolito o Felipe. Y eso que mi preferido era Guille y no Libertad, un pelín pedante para mi gusto. Guille me gustaba porque era capaz de ponerse el mundo por montera con un solo gesto, ya que un bebé no hablaba o solo balbuceaba. Todo lo contrario de su hermana mayor que construía pensamientos elaborados y profundos. Guille era un punto salvaje pero un chupete, en sus manos, podía ser un arma de denuncia masiva.
Fue una pandilla que mostraba, con la sencillez de un niño pero con la fuerza del pensamiento adulto, que no debemos conformarnos con que el mundo sea así de absurdo, injusto, insensible o despreocupado de los más débiles. Mafalda ha enseñado, a más de una generación, que se pueden hacer grandes preguntas a los mayores y no dar por segura la respuesta. Que se debe exigir un cambio en el sistema sin sentirse demasiado raro. Solo un poco. Y, sobre todo, a las mujeres, que Susanita es una forma de ser y estar en el mundo femenino pero que Mafalda es otra y que algunas preferimos ésta a aquella. Que no vivimos por y para encontrar príncipes azules y cambiar pañales sino para cambiar un estado de cosas que no debe permanecer. Todo eso fue ayer premiado con un Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Por una vez, hubiera querido que el premio cambiara de nombre y a Quino le hubieran otorgado el de “Comunicación y Humanidad”.