En las últimas 24 horas han sido muchas las especulaciones acerca del porqué de la renuncia del rey. Aunque él haya alegado la conveniencia de que sea su hijo – y su generación- quien tome las riendas del país, no han faltado voces que han hablado de su salud; del caso Nóos; de los ejemplos de otras testas coronadas y de la situación creada tras las elecciones europeas. Sospecho que cada cual quiere justificar su propia realidad en función de esa decisión. Si uno es capaz de convencer a los demás de que el rey renuncia por su culpa, nadie se atreverá a negar su influencia, capaz de derribar tronos.
Sin embargo, aunque todo ello puede haber creado las condiciones óptimas para dejar la Corona en manos de Felipe, hay un hecho que pocos han comentado y puede haber servido de detonante o acelerador de una decisión en proceso de gestación. Me refiero al “efecto Suárez”.
Durante las horas de agonía del expresidente y el duelo posterior a su muerte, el rey pudo comprobar de primera mano cómo los españoles reconocían el esfuerzo de concordia de la Transición. Sin duda son muchos los que no lo aceptan, antes bien, censuran todos los déficits que tuvo el paso de la dictadura a la democracia. Sin embargo, con Suárez de cuerpo presente, quienes no alzan la voz a menudo, acallados por quienes la elevan más para criticar, se decidieron a salir a la calle, a aplaudir al paso del féretro y a mostrar gratitud por el esfuerzo poco reconocido. En esos días, hubo momentos en los que, incluso, parecía que Suárez había estado solo cuando, en realidad, no hubiera podido hacerlo sin el concurso del rey.
Quizás fue entonces cuando terminó de decidirse. Era el momento de cerrar su etapa y así, tal vez, aún tuviera ocasión de que los españoles de bien le reconociéramos el sacrificio. Como a Suárez. Por España lo hicieron. Por España se ha entregado el rey, aun con todos sus errores. Su dedicación no los borra pero tampoco ellos anulan aquella. Y es de justicia reconocérselo y darle las gracias. Es mucho más que lo que puede decirse de algunos que vociferan y no están dispuestos a renunciar a algo por lograr el consenso.